Las elecciones municipales se acercan y con ellas finalizará el reinado democrático de
Monteseirín. A tenor del ruido permanente de fondo generado durante su mandato, pareciera que este hombre ocupó el poder en contra de la ciudadanía. Pero no, la mayoría ha querido que durante doce años, liderara la gestión municipal de nuestra ordinaria ciudad, de la mano del comunista de chaqueta nueva y corbata de El Caballo.
Muchos, si no la gran mayoría, estaba deseando que este momento llegara. Especialmente los que lanzan al aire a las dos gaviotitas con picos de cuervo, a picar nuestras neuronas todos los santos días de su católico calendario, mientras reparten desde el cielo el TBO sin Today.
Personalmente, nunca entendí que este hombre hubiera convencido a alguien, no ya para que le votaran, sino para que lo eligieran como candidato. Siempre lo vi como el típico "paná" que resulta estar casado con un pibón de película, gracias a que el Todopoderoso le dota con un tremendo trabuco con el que trabucar a las mujeres... Su misterio político se irá con él para siempre.
Sin embargo, ahora que se va, he reflexionado mucho sobre si este hombre era tan "paná" como parecía. Y sorprendentemente, he llegado a la conclusión, que en mi opinión, ha sido el alcalde que más ha impulsado la transformación de nuestra rancia y narcicista ciudad.
Si pienso en lo que aportaron Del Valle, Rojas Marcos o Becerril a la transformación de Sevilla, no encuentro nada. Absolutamente nada. La Expo no cuenta porque les vino dada y tanto Rojas Marcos como Becerril tienen en su contra que nada hicieron para lograr la integración urbanística y ciudadana de ese regalito... Entre propuestas de reconstrucción de puertas históricas de cartón piedra, estadios multimillonarios para conciertos y bautismos religiosos y ensoñaciones olímpicas, no encuentro nada memorable ni transformador.
Pero Monteseirín, sorprendentemente y aunque haya sido de un modo cutre y con resultados muy mejorables, sí ha conseguido una verdadera transformación de la ciudad. La Sevilla de hoy es radicalmente mejor para los sevillanos que la Sevilla de hace doce años. Negarlo es tener el cerebro picado por los picos de cuervos de las dos gaviotitas.
No es Kobenhaven, no es Londres, no es ni tan siquiera Lyon ni Lisboa, pero es mejor que la Sevilla de Del Valle, Rojas Marcos o Becerril...
Cada una de sus aportaciones por separado, para mí tienen un pero... el metro, el metrocentro, el enfoque de las peatonalizaciones, los champiñones, la recuperación de los márgenes del río, el acuario, el jardín americano, La Alameda, los sentidos únicos, los parkings en torno al centro, las bibliotecas, el carril bici... todos tienen un pero, pero en conjunto, todos han contribuido a desarrollar una nueva Sevilla, más habitable y como él se propuso, para las personas.
Su gran pero, además del excesivo coste de esta transformación, la elección de los proyectos y los acabados individuales, es el mismo que el de sus predecesores: la no integración de La Cartuja. Quizá debiera haber visitado el Parque de las Naciones de Lisboa. No debió darle tiempo con tanto viaje a copiar esta idea, a su forma, para Sevilla.
Dudo que el guardian sevillanito parlanchín de las gaviotitas vaya a ser capaz de mejorarlo. Siendo objetivo lo dudo. Si me equivoco mejor para todos, pero como con los que se mueren, es justo reconocer, a su muerte política, lo que este hombre, de forma sorprendente y contraria a su proyección política y humana, ha hecho por Sevilla.
El resto de peros lo dejo para los carroñeros que escriben TBOs pensando que son periódicos.
Miniurgo.