Hace un par de meses, me atracaron por la calle. Tres tíos, dos de ellos menores, que hicieron uso de su superioridad numérica, de su agresividad verbal, y de la exhibición de un cuchillo para intimidarme y obligarme a darles todo lo que llevaba encima.
Todo esto me ha llevado a reflexionar bastante. En primer lugar, para desdecirme de una cosa. Porque la extrañeza que hace tiempo manifestaba en un post viendo tantas luces azules de madrugada por la calle, se convirtió en alegría aquella noche cuando dos minutos tras el atraco, me encontré con una patrulla de la Policía Nacional, que detuvieron de inmediato a los tres. Donde dije digo, digo Diego.
En segundo lugar, la experiencia novedosa de ir a Tribunales. Aprensivo como soy, pensaba que lo de los hospitales era algo insuperable: siempre me ha parecido que la enfermedad es la mayor de las injusticias, que afecta a quienes menos lo merecen, y los lugares donde se trataba, espacios marcados por una sombra de desgracia. Pero no me imaginaba que los juzgados pudieran superarlo. Visitarlos ha sido una bofetada de realidad, donde se ve cómo el dolor puede no llegar infligido por la naturaleza, siempre irreflexiva, sino por seres humanos que son semejantes a nosotros, con voluntad, con animosidad, con alevosía, con odio, inquina...maldad.
Viviendo en la burbuja en la que vivo, doy gracias para conocido este escalón de los juzgados, no saber nada acerca de cómo funciona una cárcel, que creo que sería lo único que ya diese un paso más allá. Pero a pesar de lo desagradable, momentos como estos que he pasado en compañía de mi padre, de vez en cuando deparan sorpresas. Muestras de cómo la creatividad humana no tiene límites, sorprendiéndose a sí misma, siempre renovada...no salgo de mi asombro...
No salgo de mi asombro desde esta mañana, cuando en el juicio, conocidas por todas las partes el relato de los hechos que hice, y el que hicieron los policías que los pillaron in fraganti, el sujeto que me amenazó con el cuchillo no ha tenido mejor idea que decir a la jueza que en realidad, él me estaba defendiendo porque había visto que los otros dos, los menores, se estaban peleando conmigo...y que gracias a que enseñó el cuchillo, salieron huyendo y yo me pude salvar...
No tengo palabras, amigos. No tengo palabras. Solamente espero a la próxima citación al juicio, esta vez a los dos menores, para comentaros entonces acerca de por dónde la creatividad humana puede salir, por las trayectorias más inesperadas...aunque sea perdiendo el juicio, la capacidad de invención del ser humano no me dejará de subyugar...
Sin ninguno de mis respetos para estos delincuentes,
Plax
Todo esto me ha llevado a reflexionar bastante. En primer lugar, para desdecirme de una cosa. Porque la extrañeza que hace tiempo manifestaba en un post viendo tantas luces azules de madrugada por la calle, se convirtió en alegría aquella noche cuando dos minutos tras el atraco, me encontré con una patrulla de la Policía Nacional, que detuvieron de inmediato a los tres. Donde dije digo, digo Diego.
En segundo lugar, la experiencia novedosa de ir a Tribunales. Aprensivo como soy, pensaba que lo de los hospitales era algo insuperable: siempre me ha parecido que la enfermedad es la mayor de las injusticias, que afecta a quienes menos lo merecen, y los lugares donde se trataba, espacios marcados por una sombra de desgracia. Pero no me imaginaba que los juzgados pudieran superarlo. Visitarlos ha sido una bofetada de realidad, donde se ve cómo el dolor puede no llegar infligido por la naturaleza, siempre irreflexiva, sino por seres humanos que son semejantes a nosotros, con voluntad, con animosidad, con alevosía, con odio, inquina...maldad.
Viviendo en la burbuja en la que vivo, doy gracias para conocido este escalón de los juzgados, no saber nada acerca de cómo funciona una cárcel, que creo que sería lo único que ya diese un paso más allá. Pero a pesar de lo desagradable, momentos como estos que he pasado en compañía de mi padre, de vez en cuando deparan sorpresas. Muestras de cómo la creatividad humana no tiene límites, sorprendiéndose a sí misma, siempre renovada...no salgo de mi asombro...
No salgo de mi asombro desde esta mañana, cuando en el juicio, conocidas por todas las partes el relato de los hechos que hice, y el que hicieron los policías que los pillaron in fraganti, el sujeto que me amenazó con el cuchillo no ha tenido mejor idea que decir a la jueza que en realidad, él me estaba defendiendo porque había visto que los otros dos, los menores, se estaban peleando conmigo...y que gracias a que enseñó el cuchillo, salieron huyendo y yo me pude salvar...
No tengo palabras, amigos. No tengo palabras. Solamente espero a la próxima citación al juicio, esta vez a los dos menores, para comentaros entonces acerca de por dónde la creatividad humana puede salir, por las trayectorias más inesperadas...aunque sea perdiendo el juicio, la capacidad de invención del ser humano no me dejará de subyugar...
Sin ninguno de mis respetos para estos delincuentes,
Plax
Querido Plax, sólo pienso en la carcajada interior que ha tenido que soltar la jueza al escucharlo...
ResponderEliminarPor suerte para nosotros todo quedó en un susto que no llegó a mayores y este indeseable, además de lo que le caiga penalmente, en su existencia lleva su propia condena.
Un beso
La verdad es que sí que vivimos en un mundo burbuja. Y no para que no nos ataquen los coyotes, sino otras fieras urbanas.
ResponderEliminarAl final va a resultar que la culpa es tuya, que los paraste para pedirles cambio y te quedaste con la vuelta
ResponderEliminarCreo que estos pringaos se sentían intimidados por tu inteligencia y existencia. Que pensaban que eras una amenaza y que seguramente eres parte del gobierno o de todo ese complot nacional para que los ricos sean mas ricos y los pobres más pobres.
ResponderEliminarTodo amparado por esta sociedad extraña donde te roban en tu casa y no te puedes defender o donde en sitios como Estepa, de actualidad estos días, te roben sistemáticamente sin que alcalde ni Guardia Civil hagan nada.
Cuanto antes esto se olvide, mejor
Un abrazo