Queridos amigos,
Os escribo, en primer lugar, para pedir disculpas si veis que no contesto inmediatamente al correo, o si no sigo nada más que ocasionalmente las conversaciones del Wassap.
Y os digo por qué remontándome brevemente al pasado: recuerdo uno de los momentos de mayor cambio que acontecieron en mi vida, allá hace unos ocho años, que tuve puestas las letras y los gráficos de mi móvil en color naranja. Una decisión que, tomada en un momento en el que el móvil ya estaba totalmente consolidado como una herramienta fundamental para la socialización, fue nefasta: la tensión que me producía el consultar la pantalla con las letras en ese color estridente terminó produciéndome un stress que si no me dejó catacrocker, fue porque pude cambiar a tiempo los tonos a colores verdes que lo hicieron más llevadero.
Puede que penséis que fue absurdo pero fue así.
El caso es que en la siguiente etapa de mi vida, en la que la movilidad se convirtió en una constante, y me empecé a considerar ciudadano del AVE, apareció la Blackberry. Ya he tenido oportunidad en este foro de glosar las virtudes y los defectos del susodicho aparato, y solo iré al grano para contar cómo, a partir de entonces, la capacidad de socialización se multiplicó por mil. Caí ya en la trampa de observar cada 10 segundos la dichosa Blackberry para ver si se encendía la lucecita roja del correo. Caí en la adicción.
Desde entonces, los cambios de terminales no hicieron sino aumentar ese fenómeno: al correo le sucedió el Facebook en el móvil, al Facebook el Wassap, llegando a la paradoja de que para concentrarme, ponía en silencio el sonido de las llamadas, pero dejaba abierta la puerta para que cada vez que me llegase un SMS, correo, toque de Facebook o de Wassap, me enterase directamente a través de la dichosa lucecita, o en el caso del iPhone, con el redondelito rojo de la notificación.
Pues bien. La semana pasada me pregunté: ¿seré adicto? y me contesté que sí. Decidí darle la vuelta a la tortilla: volver a tener un teléfono móvil en el que las llamadas volvieran a sonar cuando me llamasen, para estar localizable (se daba la paradoja de que no se me podía localizar por teléfono por tener el móvil en silencio, y sí por mail) como en los viejos tiempos. Y al mismo tiempo, quitar las notificaciones de todo: del correo, del puto Facebook, del Wassap...sólo he tenido clemencia con los SMS, por hacerlo todavía más a la vieja escuela...
Desde una semana, veo los correos, el Facebook, el Wassap, sólo cuando me sale a mi del ciprés. Y tengo una sensación increíblemente parecida a cuando dejé de fumar: vuelvo a ser libre. Por eso, amigos, disculpadme si no os contesto inmediatamente. Tened paciencia conmigo. Sólo es que estoy desintoxicándome...
Abrazos
Plax
Os escribo, en primer lugar, para pedir disculpas si veis que no contesto inmediatamente al correo, o si no sigo nada más que ocasionalmente las conversaciones del Wassap.
Y os digo por qué remontándome brevemente al pasado: recuerdo uno de los momentos de mayor cambio que acontecieron en mi vida, allá hace unos ocho años, que tuve puestas las letras y los gráficos de mi móvil en color naranja. Una decisión que, tomada en un momento en el que el móvil ya estaba totalmente consolidado como una herramienta fundamental para la socialización, fue nefasta: la tensión que me producía el consultar la pantalla con las letras en ese color estridente terminó produciéndome un stress que si no me dejó catacrocker, fue porque pude cambiar a tiempo los tonos a colores verdes que lo hicieron más llevadero.
Puede que penséis que fue absurdo pero fue así.
El caso es que en la siguiente etapa de mi vida, en la que la movilidad se convirtió en una constante, y me empecé a considerar ciudadano del AVE, apareció la Blackberry. Ya he tenido oportunidad en este foro de glosar las virtudes y los defectos del susodicho aparato, y solo iré al grano para contar cómo, a partir de entonces, la capacidad de socialización se multiplicó por mil. Caí ya en la trampa de observar cada 10 segundos la dichosa Blackberry para ver si se encendía la lucecita roja del correo. Caí en la adicción.
Desde entonces, los cambios de terminales no hicieron sino aumentar ese fenómeno: al correo le sucedió el Facebook en el móvil, al Facebook el Wassap, llegando a la paradoja de que para concentrarme, ponía en silencio el sonido de las llamadas, pero dejaba abierta la puerta para que cada vez que me llegase un SMS, correo, toque de Facebook o de Wassap, me enterase directamente a través de la dichosa lucecita, o en el caso del iPhone, con el redondelito rojo de la notificación.
Pues bien. La semana pasada me pregunté: ¿seré adicto? y me contesté que sí. Decidí darle la vuelta a la tortilla: volver a tener un teléfono móvil en el que las llamadas volvieran a sonar cuando me llamasen, para estar localizable (se daba la paradoja de que no se me podía localizar por teléfono por tener el móvil en silencio, y sí por mail) como en los viejos tiempos. Y al mismo tiempo, quitar las notificaciones de todo: del correo, del puto Facebook, del Wassap...sólo he tenido clemencia con los SMS, por hacerlo todavía más a la vieja escuela...
Desde una semana, veo los correos, el Facebook, el Wassap, sólo cuando me sale a mi del ciprés. Y tengo una sensación increíblemente parecida a cuando dejé de fumar: vuelvo a ser libre. Por eso, amigos, disculpadme si no os contesto inmediatamente. Tened paciencia conmigo. Sólo es que estoy desintoxicándome...
Abrazos
Plax
Querido Plax:
ResponderEliminarContodosmisrespetos, yo no te veo muy desintoxicado.
De mí pasas, pero al Tirano, cada vez que te pone la muleta, bien que le embistes, mamona.
Abuelo, de verdad me estoy desintoxicando, que no te imaginas a qué niveles estaba...y no paso de ti, que lo sepas, y a Tirano el que le provoca soy yo!!
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