sábado, 1 de diciembre de 2012

Si esto es un hombre

Acabé de leer Las benévolas de Littel con un nudo en el estómago que pudo deshacerse con el regusto de la fantasía, especialmente de su surrealista final. Pero ya os dije entonces de mi recuerdo de la infancia, de la enseñanza moral que me dio mi padre con un libro de fotografías, Holocausto, y de mi agradecimiento por hacerme consciente, a través de la crudeza de las imágenes, de lo ruin que puede ser la existencia humana y poder apreciar así la bondad de lo que me rodea.

Anoche terminé el libro que complementa a los otros dos. La imaginación descarnada de Las benévolas y las imágenes de la carne de Holocausto tienen su correspondencia con Si esto es un hombre, el relato autobiográfico de Primo Levi. Un superviviente de aquella ruina, que tuvo la entereza de escribir su experiencia antes de que el olvido o la fatalidad hicieran de las suyas, a los diez meses de volver a su casa en Turín desde Auschwitz. 


Puedo imaginar sus manos escribiendo este relato. Seguramente seguirían estando débiles, tal vez hasta el peso de una pluma resultase demasiado, porque arrastraba, además, recuerdos como los procesos de selección, el trabajo forzoso, la muerte gratuita, y la angustia de la nada que sobrevino con la liberación. 

Me quedo con dos pasajes: uno me recuerda a Benigni. Tal vez el tono crudo y sarcástico de La vida es bella se inspirase en él: cómo hacernos conscientes del hambre infinita de los presos, describiendo sencillamente el abrir y cerrar inconsciente de sus bocas, cuando veían a las excavadoras del campo morder el terreno con sus mandíbulas de acero.

Otro es el inicio del libro, un recordatorio terrible que suena a maldición y que os transcribo:

Vosotros, que vivís en completa quietud
Bien al abrigo del calor de vuestra casa,
Vosotros que a la vuelta por la noche
Encontráis la mesa puesta y caras conocidas,
Pensad si esto es un hombre
El que pena por el barro,
El que no conoce el descanso,
El que se pelea por un mendrugo de pan,
El que muere por un sí o por un no.
Pensad si esto es una mujer
La que ha perdido su nombre y sus cabellos
Y solamente tiene fuerzas para recordar,
Los ojos vacíos y el seno frío
Como una rana en invierno.
No olvidéis lo que pasó allí,
No, no lo olvidéis:
Grabad estas palabras en vuestro corazón.
Pensadlas en vuestra casa, en la calle,
Cuando os durmáis, cuando os levantéis;
Repetídselas a vuestros hijos.
O si no, que vuestra casa se derrumbe, 
Que la enfermedad os abrume,
Que vuestros hijos sean separados de vosotros.

Abrazos

Plax

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