"Habiendo estado siempre en ciudades, relacionaba Chinacon lo más explosivamente urbano, con ciudades instantáneas, con luz de neón,gente con mascarillas protegiéndose de la contaminación, el caos del tráficoque se sube por las aceras...por eso, la escapada de fin de semana a Beijing haresultado un descubrimiento, por más que sea mínimo, del reverso de esarealidad en la que aquí vivo.
En primer lugar, por el viaje en tren desde Shanghai:teniendo la doble suerte de ir en ventanilla y con un sol radiante, pasé seishoras boquiabierto, tratando de entender un paisaje que fue continuo de ciudada la salida durante los primeros 50 minutos (más que la distancia entre Sevillay Córdoba, aproximadamente), pero que luego tornó en una llanura inmensa, campoen el que el orden viene dado por el curso del agua, esculpido en bandejasmenudas en forma de luna allá donde el relieve un poco se encrespa, retículacontinua más extensa en otros casos, recordando, con diferencias, el ordenlineal del curso bajo del Guadalquivir. De un momento a otro aparecían pueblospequeños, con todas sus casas orientadas al sur, con álamos altos plantados enlas calles, que hacían pensar en acercarse a un bosque, sólo clareado por lacaída de las hojas ahora que el frío aprieta más.
Todo eso no dejó de ser una visión al paso rápido de lalínea de alta velocidad que une las dos capitales, económica y política, delpaís. Ayer, por el contrario, la visión fue más pausada, también en un díaradiante de campo, que llevó por las montañas del norte de Beijing, lejos de lanube de aire venenoso que cubre la ciudad. Un recorrido de 20 kilómetros, queterminó en el descubrimiento de la Pagoda de Plata, a los pies de la montaña,como regalo a los ojos que os dejo, junto a un abrazo, en esta postal..."
Hay veces cuando me releo, que me parece que mi capacidad para volverme cursi de vez en cuando me supera...con todos mis respetos...
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