Adiós café

Entre los buenos propósitos que me puse para este año, he conseguido apartarme de una adicción que pensaba completamente insuperable, como era la del café. Trabajando en casa como hago, cada mañana caían dos cafeteras. Pensando que era lo que me mantenía despierto, no fue hasta que descubrí el poder de la descarga de endorfinas que producía la bici a primera hora, que pude desmontar el mito.

Empecé con el té. Tenía unas bolsitas del earl grey de Twinings en la despensa, de una vez que hice una merienda. Me duraron una semana, al cabo de la cual me sentí tan liberado casi como cuando dejé de fumar hace cuatro años. Aprovechando que mis padres iban a pasar unos días a Londres en Junio, les pedí que me compraran té inglés del rico, y me trajeron uno verde al limón de Fortnum & Mason, excelente, buenísimo.

Como era de esperar, la estancia en China ha sido la auténtica catarsis: la primera entrevista en la Universidad la tuve frente a dos minúsculos vasos de té Kung Fu, que se prepara dejándolo en agua solamente 7 segundos. De la primera visita "al chino" en China, además de la indescriptible sensación de que se podía regatear en "un chino" (intentadlo aquí, a ver qué resulta), me llevé, entre otras cosas, un pequeño cuenco para prepararme el té en la habitación. El calentador de agua, por supuesto, lo ponía el hotel (allí hay calentadores de agua para el té hasta en los vagones de los trenes).

A partir de entonces, he ido de sorpresa en sorpresa, todas cada vez más agradables: las flores que se echan en el agua y se despliegan como un fuego artificial, el sabor metálico que deja en la lengua el té blanco, el gusto fuerte del pu-ehr, el aroma de primavera del té de azahar, el paisaje en miniatura del té de frutas...hasta llegar a la anécdota de la oblea de té verde (250g) que costaba 8.000€ (!!!!) en el centro comercial de Zhujiang, en Cantón...

...y mira que aunque no lo beba, me sigue gustando: pero con todos mis respetos para quien siga dándole al manchadito o al cortado, frente al marrón del café, lo tengo claro. Haciendo mío el dicho de Minurgo, para gustos, me quedo con los colores...los infinitos que tiene el té.