Corro al final de la noche, cuando todo cambia. Y alargando
cada vez más los entrenos, los cambios se perciben más y mejor: más tiempo, más
distancia, más sitios que atraviesas y más caras que encontrar.
Hay gente de traje; unos que vuelven tambaleantes, arrastrando
los pies, con las chaquetas abiertas y los nudos de la corbata desatados, y
otros que van, repeinados, paso ligero, dejando un rastro de olor a colonia si
los aproximas poco a poco desde atrás. Hay quienes ves sentados en los bares;
unos con la mirada perdida llevándose lentamente los churros a la boca abierta
sin tener muy claro si van a acertar, y otros removiendo el café nerviosamente,
mientras pasan las páginas de las esquelas del ABC en la barra, para ver
cuántos pésames van a tener hoy que dar. Quien se acerca a un cierre metálico
para abrirlo y empezar a trabajar; quien con la papa ha buscado refugio en la
puerta de la tienda de al lado, acurrucado, durmiendo un poquito la mona antes
de poder continuar.
Y así, tantos. Raramente se encuentran, o se miran, o se dirigen la palabra. Cada uno a lo suyo. Entre unos y otros paso mirando, sudoroso y curioso, haciendo turismo humano
por mi propia ciudad.
Con todos mis respetos,
Plax
Plax
Genial post Plax:)) la verdad es que se echan de menos esas sensaciones
ResponderEliminarY paciencia, que dentro de poco las tendrás de vuelta...esa rodilla-bisagra de titanio!
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