En un Consulado español en Francia, lunes 13 de agosto, 9:15 horas.
Acudo para realizar una consulta sobre homologaciones de títulos. El intento de hacer la misma consulta en el Consulado de Francia en Sevilla me había deparado más interrogantes que respuestas.
Amablemente, un miembro del personal consular me recibe a la puerta de la sala de espera. Me sorprende mirando los cuadros de escenas navales que adornan la estancia: el Nepomuceno, el Infante Felipe, y otras estampas de veleros dieciochescos que recuerdan al visitante que ojo, que una vez fuimos un imperio. Nos damos la mano. Planteo mi pregunta: necesito precisar una información sobre la homologación de título en Francia con el objetivo de encontrar trabajo.
El amable miembro del personal consular se excusa por no poder ofrecerme la información. Pasamos a un despacho de la delegación. Me da un número de la Embajada de España en Francia para poder obtener una respuesta con garantías.
Agradeciéndole la amable pero poco productiva atención, me dispongo a irme, cuando oigo que de detrás de la mesa consular, y sin previo aviso, el amable personal empieza a lanzar su lamento, adquiriendo poco a poco el tono verdoso del increíle Hulk, los botones de su camisa en tensión:
"Porque es que claro, aquí estamos que no damos más a basto, porque no hacen más que recortar...y además en el Registro ahora en verano ahora a la gente le entran las prisas por irse de viaje y dar de alta a los niños para conseguir el pasaporte, y mire el montón de papeles que tengo..."
...y el hasta aquel momento amable, y entonces iracundo personal consular coge un taco de papeles de encima de la mesa y lo ondea al aire, al tiempo que con la otra mano empieza a ondear otro taco de papeles, continuando su letanía al tiempo que la manga de su camisa empieza a descoserse por la axila, asomando un formidable tríceps de color verde:
"...y bueno, que aquí tengo también las defunciones, pero al menos éstas pueden esperar porque son muertos, y los muertos, de momento, no tienen prisas, hasta que un día de estos, a los muertos les dé por tener prisa, que es lo que nos faltaba también..."
Abierta mi boca, se me empiezan a caer la cartera, el cuaderno y la mochila de las manos. El iracundo diplomático, con su ropa a punto de hacerse trizas, fija sus pupilas en las mías. Puedo incluso ver el movimiento de su iris esmeralda en el gesto repentino de reconocer en mí al ciudadano que ha ido simplemente a hacer la consulta preparándose para emigrar.
En el plazo instantáneo de bajar los brazos con los dos tacos de papeles, recupera el tono rosáceo de la piel. Sus músculos se destensan y vuelve a aparecer su rostro de funcionario y su vocecilla con acento de algún lugar entre Madrid y Zaragoza. Mirándome dice:
"...pero bueno, al menos tengo trabajo...para qué me voy a quejar..."
Se levanta rápido, como queriendo olvidar la escena, me da la mano y salgo del Consulado. Vuelvo al centro de la ciudad, y mientras ando por las calles sin árboles rumiando lo ocurrido, pienso que al menos, aunque haya sido improductiva, mi visita ha servido para consolar a un consular...hay que joderse.
Abrazos
Acudo para realizar una consulta sobre homologaciones de títulos. El intento de hacer la misma consulta en el Consulado de Francia en Sevilla me había deparado más interrogantes que respuestas.
Amablemente, un miembro del personal consular me recibe a la puerta de la sala de espera. Me sorprende mirando los cuadros de escenas navales que adornan la estancia: el Nepomuceno, el Infante Felipe, y otras estampas de veleros dieciochescos que recuerdan al visitante que ojo, que una vez fuimos un imperio. Nos damos la mano. Planteo mi pregunta: necesito precisar una información sobre la homologación de título en Francia con el objetivo de encontrar trabajo.
El amable miembro del personal consular se excusa por no poder ofrecerme la información. Pasamos a un despacho de la delegación. Me da un número de la Embajada de España en Francia para poder obtener una respuesta con garantías.
Agradeciéndole la amable pero poco productiva atención, me dispongo a irme, cuando oigo que de detrás de la mesa consular, y sin previo aviso, el amable personal empieza a lanzar su lamento, adquiriendo poco a poco el tono verdoso del increíle Hulk, los botones de su camisa en tensión:
"Porque es que claro, aquí estamos que no damos más a basto, porque no hacen más que recortar...y además en el Registro ahora en verano ahora a la gente le entran las prisas por irse de viaje y dar de alta a los niños para conseguir el pasaporte, y mire el montón de papeles que tengo..."
...y el hasta aquel momento amable, y entonces iracundo personal consular coge un taco de papeles de encima de la mesa y lo ondea al aire, al tiempo que con la otra mano empieza a ondear otro taco de papeles, continuando su letanía al tiempo que la manga de su camisa empieza a descoserse por la axila, asomando un formidable tríceps de color verde:
"...y bueno, que aquí tengo también las defunciones, pero al menos éstas pueden esperar porque son muertos, y los muertos, de momento, no tienen prisas, hasta que un día de estos, a los muertos les dé por tener prisa, que es lo que nos faltaba también..."
Abierta mi boca, se me empiezan a caer la cartera, el cuaderno y la mochila de las manos. El iracundo diplomático, con su ropa a punto de hacerse trizas, fija sus pupilas en las mías. Puedo incluso ver el movimiento de su iris esmeralda en el gesto repentino de reconocer en mí al ciudadano que ha ido simplemente a hacer la consulta preparándose para emigrar.
En el plazo instantáneo de bajar los brazos con los dos tacos de papeles, recupera el tono rosáceo de la piel. Sus músculos se destensan y vuelve a aparecer su rostro de funcionario y su vocecilla con acento de algún lugar entre Madrid y Zaragoza. Mirándome dice:
"...pero bueno, al menos tengo trabajo...para qué me voy a quejar..."
Se levanta rápido, como queriendo olvidar la escena, me da la mano y salgo del Consulado. Vuelvo al centro de la ciudad, y mientras ando por las calles sin árboles rumiando lo ocurrido, pienso que al menos, aunque haya sido improductiva, mi visita ha servido para consolar a un consular...hay que joderse.
Abrazos
Aunque no esté relacionado, este caso, por alguna razón, me ha hecho recordar una vivencia que también tuve con el funcionariado francés.
ResponderEliminarEl Gobierno francés me otorgó, como al resto de estudiantes, una ayuda para sufragar parte del gasto de la residencia universitaria (que curiosamente era superior a la cuantía de la beca Erasmus...). Se llamaba la Cafal, creo recordar.
La Cafal te la ingresaban puntualmente cada mes en una cuenta bancaria aperturada en un banco francés (que curiosamente era ventajoso a como pagaba la universidad española la beca Erasmus: varios meses después del regreso a España tras el año en Francia...).
La Cafal te la otorgaban por los N meses que duraba el curso académico.
En mi caso, resultó que volví en el mes N-1, es decir, antes del periodo "normal", dado que era el último año y los exámenes terminaban antes para que se pudiera hacer el stage en una empresa. En mi caso finalemnte rechacé la opción de ir a Grenoble a trabajar con SGS Thomson, para regresar y terminar el proyecto en España y las convalidaciones pendientes. Lo contrario tenía un alto riesgo de no acabar la carrera.
En este contexto, y dentro de mi ánimo por cumplir "las normas morales", fui a la oficina del organismo que otorgaba la Cafal en Lyon, para pedirles que el último mes no me lo ingresaran porque no iba a estar en Frnacia. La señora que me atendió me miró como si fuera extraterrestre. Buscó en su manual cerebral, cortar la Cafal un mes y no lo encontró. Buscó el caso de alguien que hubiera solicitado no cobrar el último mes y no lo encontró. Y me negó tal posibilidad.
Le dije que no iba a estar en Francia, que cerraba mi cuenta bancaria y que no quería dejar cabos sueltos en el país.
Cada vez más nerviosa, me dijo que me ingresarían el último mes y que no era discutible, que si no estaba que me aguantara, pero que ellos me lo iban a ingresar. Yo más nervioso aún le dije que eso no tenía sentido. Ella contrareplicó, frotándose sus ojos y borrando los rabillos maquillados, que lo que no era posible era solicitar que cortaran anticipadamente el ingreso...
Yo aún hoy no lo entiendo.
Mis amigos me dijeron que si era capullo, que lo cobrara y le pidiera al banco que me lo remitiera a España... Me resultó inmoral... yo a ellos capullo...
Cosas de los organismos públicos franceses...
Un abrazo.