Hace un par de noches tuve un sueño muy agradable. Surrealista para variar, pero agradable.
Me encontraba en la Antártida, en medio de la inmensa y nevada Nada. Solo y desnudo. Pero no sentía frío. No sentía nada. Ni siquiera la tierra nevada bajo mis desnudos pies. Tenía una extraña y desconocida sensación de ingravidez.
Y a medida que profundizaba en mis sensaciones y sentimientos, me daba cuenta que mi desnudez no sólo era exterior sino también interior. Que la ingravidez no sólo era exterior sino también interior.
Era una suerte de agujero inmaterial en medio de la Nada.
Y en este estado sólo era consciente de mi sonrisa. Sí podía percibir que reía. Ser la Nada en medio de la Nada me hacía reír.
Y esa risa, poco a poco se iba tornando en mi primer sentimiento perceptible, y es que me sentía bien y descargado. Ser la Nada en la Nada no sólo me hacía reír, sino también me hacía sentir bien.
En este estado onírico de absoluta ingravidez, de repente desperté.
Y en la cama sentía las sábanas, y mis pensamientos e ideas. Sentía el peso del Todo Exterior e Interior. Y esa sonrisa y sentimiento agradable que sentía en la Nada, se tornó poco a poco en un sentimiento de pesadez en el Todo.
Decidí cerrar los ojos y aprovechar los pocos minutos que me quedaban hasta las seis de la mañana y tratar de saborear los últimos recuerdos de la Nada desde el Todo, al que me tocaba enfrentarme en unos minutos.
Con todos mis respetos.
Miniurgo.
Querido Miniurgo,
ResponderEliminarSobre ese tipo de sueños, me ha recordado cuando una vez estuve toda una noche soñando que yo era un grano de arroz en una paella...pero eso quiero desarrollarlo más adelante en otro post.
Sobre el vacío, nuestro amigo Murakami tiene la respuesta. Con todo respeto a los detentores del copyright, lo cito. Arranque y final del pasaje pasaron en su día a mi historia universal personal de la literatura:
- De acuerdo. En todo caso, usted llena algún vacío –dijo Tengo-. Entonces, ¿quién va a llenar el vacío que usted ha dejado?
- Tú –respondió lacónico el padre, y señaló enérgicamente a Tengo con el dedo índice-. ¿Acaso no es obvio? Yo he llenado el vacío que alguien creó y, a la vez, tú vas llenando el vacío que yo he creado. Como si fuéramos turnándonos.
- De igual modo que los gatos llenaron el pueblo deshabitado.
- Eso, está perdida como el pueblo –dijo el padre, y se quedó observando abstraído el dedo índice con el que había señalado a Tengo, como si mirara algo extraño y fuera de lugar.
- Está perdida como el pueblo –repitió Tengo.
- La mujer que te dio a luz no está en ninguna parte.
- No está en ninguna parte. Está perdida como el pueblo. ¿Quiere decir que ha fallecido?
El padre no contestó. Tengo soltó un suspiro.
- ¿Y quién es mi padre?
- Un simple vacío. Tu madre se juntó con un vacío y te dio a luz. Yo llené ese vacío.
Tras decir aquellas palabras, el padre cerró los ojos y se calló.
- ¿Se juntó con un vacío?
- Sí.
- Y usted me crió. ¿Me equivoco?
- Ya te lo he dicho –dijo el padre con aire grave tras haber carraspeado. Como si enseñara un razonamiento sencillo a un niño corto de entendederas-. Si no lo entiendes sin que te lo explique, quiere decir que no lo entenderás por más que te lo explique.
El brutal pasaje de La Ciudad de los Gatos de 1Q84... Toda su obra es para estar toda la vida releyéndola...
ResponderEliminarUn abrazo.
Para estos tiempos de crisis, de prepotencia, y para esas pesadillas que les lleva a uno al No Ser, te dejo, os dejo, un pensamiento de San Francisco de Asís: "Yo necesito pocas cosas, y lo poco que necesito, lo necesito poco". Y otra igualmente rotunda de Santa Ángela de la Cruz: "No ser, no querer ser".
ResponderEliminarUn saludo amable a todos.
Todos nos plantemanos cómo no seríamos más felices viviendo como ermitaños, en parajes remotos, sin el peso del Todo sobre nosotros. Tan difícil vivir de un pequeño huerto, algún que otro conejo, el trueque, y la vida contemplativa. dedicada al pensamiento, a la filosofía, a la vuelta a las raíces, a enseñar otros valores a nuestras familias.
ResponderEliminarQuien decide hoy día seguir esas máximas es quien realmente tiene coraje para hacerlo.
Pero sin valientes que den los primeros pasos, nos vemos carentes de ese coraje, de esa iniciativa, los débiles de espíritu y al final todos nos vemos en la misma carcel (ya no tanto de oro) que son nuestras habituales existencias. Existencias con grandes alegrías, pero con momentos realmente abrumadores. Compensa?
Os recomiendo Hacia Rutas Salvajes (Into the wild), película dirigida por Sean Penn y basada en la vida de Chris MaCandless, quien tras acabar estudios decide dejarlo todo y darse a esa vida en la naturaleza, alejada del Todo. Te hace pensar.