Dentro de la vida de un PoNi, hay un capítulo imborrable de su existencia como pomelo, que recibe el nombre de Pineda...un campo al que no sé por qué acuerdo del SFP, sus PoNis tenían derecho a ir a trotar por instalaciones militares, siempre bajo el dictado del silbato de Don Balón y de su criterio infalible para detectar los fuera de juego en el plano horizontal, él sólo y sin asistentes...
Siendo como soy, y con diferencia, el más nulo de los PoNis que existió nunca para la práctica del fútbol, de Pineda solamente me llevé una patada en el ojo izquierdo propinada por ese ser humano incomparable que era El Gonsalves que casi me deja ciego. No llegué nunca a dar un buen pase, y tampoco llegué a pasar de mi propio área sacando de mi portería...pero pelillos a la mar, eso queda en lo material. Porque en los recuerdos están el reclutar a mi compañero Luis desde un autobús en marcha, el copiar la maña de Santi sobre cómo trucar los míticos bonobuses alargados de "bocados", o cómo gracias a esos trayectos mañaneros de sábado aprendí a distinguir a fuerza de equivocarme, PoNi novato como era en el nomenclátor sevillano, entre plaza Nueva y plaza de Cuba...
Si tuviera que quedarme con una imagen de aquel tiempo, sería la de comer altramuces tras el partido, con una lata de fanta o sprite, ya que no me sentía aún tan mafia como para pedirme un botellín...pudor y pomelura hasta la sepultura. Hoy he pasado por allí en el coche y se me han venido todas esas imágenes en avalancha. En ese inexplicable barrio de casas bajas, donde los altramuces, los chistes y los comentarios, he visto cómo aparecen cada vez más mellas de casas que se derriban, y a fuerza de desaparecer su marco, la memoria va quedando arrumbada, mal aparcada, extrañada como la barca de La Corvi, en un sitio que no le pertenece...
Siendo como soy, y con diferencia, el más nulo de los PoNis que existió nunca para la práctica del fútbol, de Pineda solamente me llevé una patada en el ojo izquierdo propinada por ese ser humano incomparable que era El Gonsalves que casi me deja ciego. No llegué nunca a dar un buen pase, y tampoco llegué a pasar de mi propio área sacando de mi portería...pero pelillos a la mar, eso queda en lo material. Porque en los recuerdos están el reclutar a mi compañero Luis desde un autobús en marcha, el copiar la maña de Santi sobre cómo trucar los míticos bonobuses alargados de "bocados", o cómo gracias a esos trayectos mañaneros de sábado aprendí a distinguir a fuerza de equivocarme, PoNi novato como era en el nomenclátor sevillano, entre plaza Nueva y plaza de Cuba...
Si tuviera que quedarme con una imagen de aquel tiempo, sería la de comer altramuces tras el partido, con una lata de fanta o sprite, ya que no me sentía aún tan mafia como para pedirme un botellín...pudor y pomelura hasta la sepultura. Hoy he pasado por allí en el coche y se me han venido todas esas imágenes en avalancha. En ese inexplicable barrio de casas bajas, donde los altramuces, los chistes y los comentarios, he visto cómo aparecen cada vez más mellas de casas que se derriban, y a fuerza de desaparecer su marco, la memoria va quedando arrumbada, mal aparcada, extrañada como la barca de La Corvi, en un sitio que no le pertenece...
Qué grandes recuerdos de esas mañanas de sábado... en ese campo aprendí que los ángulos pueden ser de más de 360º, porque el salir podría salir disparado en ángulos de 3457º dependiendo del nivel de curvatura del barro, ladrillos y cacerolas enterradas en el mismo.
ResponderEliminarMe he partido con lo de los 3457º...hecho científico verificable, y que el incomparable Domingo plasmó gráficamente en sus míticos dibujos sobre las 1.000 maneras de meter goles en Pineda...
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