A veces pienso que tener múltiples opciones puede no hacerte libre, sino todo lo contrario. Desde decir qué ordenador te compras, hasta el vértigo de decidir entre múltiples destinos vitales, sean lugares o proyectos, sin saber claramente dónde cada uno de ellos te puede llevar.
Al intervenir la razón, la elección paraliza, reduciendo, como en la física, los grados de libertad. Por eso, en una esfera banal, puede ser mejor solución seguir rutinas. Es este mi caso cuando en un avión, frente a las decenas de películas disponibles, opto siempre por la que haya de Woody Allen.
Camino de Amsterdam, veo Magic in the Moonlight, otra de estas pequeñas maravillas de nuestro idolatrado mito. Una historia que también habla de decisiones. Y que me demuestra que más allá de la razón o de las rutinas, a la hora de elegir los sentidos también nos abren otras posibilidades a través de la duda. Por detrás del baile de las apariencias, siempre hay algo fijo que es la voluntad, que se construye con una mezcla extraña de realidad, fantasía y de creencias.
No voy a contar nada de la historia. Pero enseñarlo con esta sencillez está al alcance de muy pocos: entre ellos, este genio. Hacerlo provocando además una sonrisa final es la más alta forma de inteligencia.
Con todos mis respetos,
Plax
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