Me habían avisado del tamaño de Tokio, pero no de cuánto sus tentáculos podían alcanzar. Ahora lo compruebo. En el camino desde Tokio a Hikone, mi siguiente parada, atravieso campos y campos, donde casas y casas se colocan como dados en un tablero: la ciudad hace kiriki, nunca deja de crecer y de ganar.
Abrazos
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