Queridos amigos,
La sensación ha sido todo el día bastante cercana a la náusea.
No todos los días se visita el sitio donde ha ocurrido un terremoto de grado 8 en la escala de Richter matando a 20.000 personas del tirón.
Tampoco es muy frecuente que sitios donde han ocurrido tragedias semejantes, transcurridos 4 años, se mantengan todavía las ruinas de una ciudad entera tal cual, llenas de escombros, muebles, coches aplastados, espacios domésticos súbitamente expuestos al exterior, con ventanas abiertas o rotas a través de las cuales se ve el estado en que quedó la vida detenida, o por las que se asoman extrañadas las ramas de los árboles.
A no ser que sea Pompeya. Pero Pompeya no es Beichuan.
Lo que da náuseas son cuatro cosas. Una, encontrarte tú como turista dando paseos entre esa destrucción, sabiendo que te marcharás e inevitablemente, en horas, estarás a otra cosa mariposa. Dos, saber que al otro lado de las vallas, debajo de toda esa masa informe, quedan todavía los restos de miles de personas que no pudieron ser recuperados. Tres, saber que se cobra para entrar a ver este sitio.
Hoy la Universidad nos ha invitado a la que actualmente es la principal atracción turística de la región: la ciudad de Beichuan. La muerte tematizada al servicio de una industria que genera recursos, que genera dinero. Tan fascinante en la superficie, como nauseabunda en su fondo. Algo que ni siquiera el humor macabro ha podido anular.
(un detalle: entre todo el detritus, ni una sola prenda de ropa…¿quién da más?)
Abrazos
¿Y la cuarta?, ¿la comida?...que falta una Plax..
ResponderEliminarLa vida suele surgir de la muerte: enterrado el grano viene la germinación; pero esta es una germinación económica deleznable. Estoy contigo, Plax.
ResponderEliminar