Anoche volví a tener un sueño surrealista...
Soñaba que me encontraba en la Calle Cuna de La Complaciente, junto con un grupo de turistas en el típico paseo guiado por la ciudad. Al principio no me fijé en quien conformaba el grupo. Normalmente son grupos anónimos intrascendentes. Pero descubriendo persona a persona, me di cuenta que en este grupo conocía a todas los integrantes...
En el grupo estaban Guetta, El Barrilete Cósmico, Juanma López, Beyoncé, Alfred Nobel en forma de medalla, Chorizo Hood con su cesta de la compra, Iron Man, una figurita de Subbuteo del Rayo Vallecano, Jürgen Mayer en forma de Parasol, Menteserrín y Darth Vaider.
Qué grupo más raro pensé en un primer momento. Pero no le di más importancia. Pensé que estarían todos de turismo por la ciudad pasando unos dias y que les interesaría como a mí, conocerla mejor.
El guía era un estudiante sueco de Erasmus. Me sorprendió que un estudiante de Erasmus fuera quien nos guiara por la ciudad explicando sus encantos. Pero tampoco le di mucha más importancia.
Me encontraba fácil de mente. Me cuestionaba pocas cosas, por no decir ninguna. No era yo. Aunque poco a poco me di cuenta que nada era lo que era. El color de la ciudad, el olor, el oxígeno... No eran como los de la ciudad. Se respiraba mejor, la luminosidad era mucho mayor y el olor era neutro, nada que ver con el azahar, incienso, albero y caca de caballo. Me sentía bien en ese paseo, con ese extraño grupo de turistas y con ese curioso guía erasmus sueco.
Salimos todos de Cuna y nos dirijimos hacia lo que se suponía era la Encarnación y donde esperaba encontrame Las Setas. Pero no estaban. En su lugar había un barrio denominado el Polígono de San Francisco. Era un barrio de viviendas, pequeño, pero agradable. Con colorido, con viviendas de calidad y con mucha vida entre sus habitantes.
El guía sueco nos explicó que se trataba de un barrio de viviendas sociales con una inversión de veinte mil millones de Euros, todas gratuitas, para personas en exclusión social y sin viviendas que además contaban con trabajo en la comunidad, programa educativo y de reinserción social y que se encontraban plenamente integrados en la sociedad.
Pensé que estaría de broma. Que no era posible. Que allí debían estar Las Setas con su coste de ciento veinte mil millones que el alcalde socialdemócrata de la época había mandado construir para la gloria de la Complaciente y la suya propia y de paso la del arquitecto. Que a los alcaldes les dan igual los excluidos socialmente.
En este lío mental, pregunté si era correcta la inversión que había comentado, quién era el arquitecto y quién era el alcalde de la ciudad. El joven sueco me contesto que la cifra era absolutamente correcta, que no había un único arquitecto sino que era un proyecto de jóvenes arquitectos de la Universidad de Sevilla porque la política de la Comunidad era no contratar a "estrellas" sino desarrollar a los jóvenes talentos, y que igualmente se habían construito con personas de la Comunidad contratadas y coordinadas por la Oficina Urbanística Local. Nos contó también que la Comunidad era gestionada por una persona no política a la que no le gustaba que la llamaran alcalde, que era muy poco conocida y que se pasaba todo el día trabajando con su equipo.
Me quedé contrariado. Las palabras que usaba, cómo lo expresaba, el mensaje... no me sonaban.
Le pregunté al joven sueco que cuáles eran los grandes proyectos estrellas del alcalde. Me contestó que en la Comunidad, los grandes proyectos habían sido el Polígono de San Francisco que acabábamos de ver, y otros cuatro barrios sociales más, todos ellos de viviendas, todos ellos para personas sin recursos, todos ellos gratuitos para los ciudadanos, todos ellos dirgidos por jóvenes de la Universidad de Sevilla, todos ellos construidos con personas locales por la Oficina Urbanística Local, todos ellos acompañados con programas de reinserción social y educativos y trabajo en la Comunidad, todos ellos con un presupuesto total de ciento veinte mil millones, todos ellos financiados con impuestos y con inversión de obras sociales de empresas privadas que a su vez habían desarrollado programas de microcréditos en esas comunidades, y todos ellos en zonas de la ciudad que habían sido regeneradas y que habían salido igualmente de su exclusión, urbanística en este caso, como La Cartuja, los terrenos de Tablada, los terrenos de la Fábrica de Cruzcampo y los terrenos de la Feria.
Me quedé acongojado. Todo lo que había costado ese mirador de Las Setas de La Complaciente que yo conocía, había servido para resolver complejas problemáticas sociales y urbanísticas de la ciudad. Suponía que no habría habido corrupción, derroches en egolatrías y que todo había revertido en lo que llamaba la Comunidad. Y todo ello gestionado aparentemente por alguien que no era político empleando recursos locales. Me sonaba un tanto autártico, pero aparentemente sonaba bien.
Me di cuenta que yo era el único que preguntaba y que el resto del grupo iba a lo suyo. Maradona, Súper López y la figurita de Subbuteo jugaban con naranjas al fútbol, Guetta y Beyoncé escuchaban y comentaban música, Menteserrín y Parasol-Jürgen hablaban de no se qué proyecto megalómano de no se cuantos millones de euros que ya tenía apalabrado con no se qué constructoras y bancos, para no se qué ciudad... Seguimos paseando y le pregunté por cómo se gestionaba la ciudad, o la Comunidad...
Y justo en ese momento desperté...
Me quedé pensando un rato tumbado en la cama y me pregunté a mí mismo, dónde diablos existía esa Comunidad... y concluí, apesadumbrado que sólo en mis sueños...
Con todos mis respetos.
Miniurgo.