domingo, 29 de septiembre de 2013

Kafka en la orilla

Me llevé este libro de vacaciones, sin ser consciente de los cambios que estarían por venir. Antes de que ocurrieran, pensaba comentar en un post la sensación de encontrarme, sin duda, ante la obra más surrealista que haya podido leer de nuestro admirado genio. Ejemplo insuperable, es la irrupción de una discusión filosófica sobre Henri Bergson a mitad del encuentro sexual entre uno de los personajes, el camionero Hoshino, y una call girl suministrada por el mismísimo Coronel Sanders del Kentucky Fried Chicken. 


Pero prefiero quedarme con el reverso de sabiduría que destila tras la aparente locura de un argumento edípico, para que me acompañe en los cambios. Esta mañana, terminando el libro, y como si fuera un regalo hecho a propósito, Murakami me deja un consejo para el futuro de la boca de Oshino, el bibliotecario de la historia, que os comparto: 

"Sin cesar, todos perdemos cosas que nos son preciosas. Ocasiones preciosas, posibilidades, sentimientos que nunca se podrán encontrar de nuevo. Así también es vivir. Pero en el interior de nuestro espíritu -creo que es al interior de nuestro espíritu-, existe una pequeña habitación donde almacenamos el recuerdo de todas las ocasiones perdidas. Una habitación con estanterías, como en esta biblioteca, según me la imagino. Y hace falta que fabriquemos un índice, con tarjetas de referencia, para conocer precisamente aquello que existe ahí dentro de nuestros corazones. También hace falta barrer esta habitación, airearla, cambiar el agua de las flores de vez en cuando. En otras palabras, deberás vivir dentro de tu propia biblioteca".

Así es. 

Abrazos

Plax

8 comentarios:

  1. Pues vaya reflexión tan bonita y profunda que nos dejas a través de las palabras de Murakami.

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  2. Hay licenciados, arquitectos o ingenieros que son limitadamente técnicos, pero incultos. Quiero decirte, desde la cota de mis años, que te admiro porque eres un técnico muy culto que escribe muy bien de cualquier tema, que te expresas como un filólogo. Cuando llegamos a Sevilla no sabía a qué colegio llevar a mi hijo Carlos para que acabase su bachillerato; no sabíamos y nos dejamos aconsejar: no sólo encontró un buen colegio, sino un puñado de amigos de primer nivel. Gracias a todos.

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    1. Querido Francisco, el halago, por venir de quien viene, abruma y reconforta. El mero hecho de ver tus comentarios es ya recompensa de sobra.
      Un abrazo

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  3. Pues sí, tal y como es la vida misma, ir eligiendo e ir barriendo y aireando la habitación, en sentido figurado, metafórico y en sentido literal. Veo a muchísima gente, a la mayoría de la gente que conozoco con síntomas, en distintos grados, del síndrome de Diógenes, en sentido literal, y en sentido metafórico. Esta tendencia tan humana/occidental de aferrarnos a las cosas y a la gente, y acumular sin orden, a rebujón, que dirían en mi barrio. Buena reflexión para esta tarde dominguera otoñal. Yo he estado barriendo y quitando el polvo a unos cuantos libros...

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    1. Me alegra que te haya servido, Manipura. Dos máximas de una biblioteca hacia su interior, como reglas de funcionamiento, podrían ser mantener un orden, y no extraviar nunca ningún libro. La cuestión del aireo, la limpieza, el riego, serían ya parte del gesto generoso de abrirla a los demás, que también muchas veces es una necesidad.
      Un abrazo

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  4. Pues sí, querido Spader, y además, casi dejado a propósito, casi vale más...
    Un abrazo!

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  5. Pero lo importante, hermano Plax, no es sólo leerlo y relacionarlo... sino sobre todo interiorizarlo, aprenderlo y aplicarlo. Aprender del pasado para vivir mejor el futuro... Eso que a los humanos nos cuesta tanto y debe ser antiADNico...

    Un abrazo fuerte.

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  6. En efecto, querido Miniurgo, esa tendencia no es congénita. Y el principal esfuerzo que tenemos que hacer es el de la atención. Y mantener la atención sobre las cosas, en estos días, es algo casi utópico...
    Un abrazo, hermano.

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