sábado, 8 de septiembre de 2012

Reflexiones en la peluquería



Resulta curioso como las personas a veces  aferramos nuestra esencia, nuestra personalidad a ritos, detalles, actos aparentemente insustanciales, banales, pero que pueden tener todo el significado inimaginable desde fuera.

Al igual que nos hacemos planes quinquenales, desconectamos en playas que invitan a pensar o realizamos cuadernos reciclados, para mi ese ritual se reproduce cuando voy a pelarme. Sí, suena absurdo pero es así y quería compartirlo con vosotros.

Y ayer, fui a que me cortaran el pelo.

Los que me conocéis sabeis que siempre me ha gustado llevar el pelo más o menos largo. Suerte de obsesión y narcisismo desde que era pequeño, el pelo más o menos largo se convirtió en un símbolo de mi personalidad. Tampoco es que tenga mucho (cada vez menos) y lo tengo fino, así que no había muchas opciones...pero la pelea continua con mi padre por pelarme o no, era parte de mi tira y afloja adolescente y del refuerzo de mi Yo. Peleas y discusiones que al principio eran livianas y que luego se recrudecieron. Y es que una "persona decente y con responsabilidades" no puede llevar esos "pelitos". Y ya trabajando ni os cuento. Casi con 40 años, el tira-afloja, cariñosamente, sigue (sumándole mis barbas desde hace años).

Con lo extraño que parezca, para mi ir a pelarme constituye un acto de sacrificio en principio, de voluntad después y de renovación y renacimiento al final.

Al ir tan de poco en poco (3 veces al año como mucho), los trasquilones, grandes, abundantes, han ido simbolizando el paso del tiempo. De rubio/castaño..el pelo ha ido pasando a gris, blanco y al verlo caer, año a año, me doy cuenta del paso del tiempo, de cómo todo avanza inexorable, de lo que he conseguido y de lo que no, de lo que he experimentado y lo que me queda por vivir.

En un par de momentos críticos de mi vida, de poca claridad, me he rapado la cabeza, de nuevo en la búsqueda del cambio radical, del símbolo, de la destrucción para el renacimiento, de despojarme de todo para volver a empezar. Con más o menos éxito.

Sabéis que vivo apegado a recuerdos, de la infancia, del colegio, de la adolescencia, de todo lo bueno que haya pasado con la gente que quiero y me quiere. Vivo de experiencias buenas, que siempre quiero recordar, que no quiero que se pierdan como lágrimas en la lluvia. Vivo demasiado del pasado, de pensar que cada buen momento debe repetirse y de que todo debe ser armonía. No se puede vivir siempre así, porque eso genera nostalgia, no lo puedo controlar. Y eso hace que cueste apreciar el futuro, lo bueno que pueda llegar, con optimismo.

En los últimos años, el peluquero ayuda a eliminar eso en cada tijeretazo.

Ayer el peluquero me quitó con cada cruel embestida los buenos momentos con los amigos en Feria, las últimas bodas y despedidas de soltero con compañeros del trabajo, la quedada poni con los miembros del blog, mis horas y horas de esfuerzo con colegas de oficina, mis viajes por el mundo, mis botes en Zambujeira con mis amigos viendo al Mas Grande, las fiestas familiares, las horas y horas de diálogo de wassup con mi otra "familia", los paseos por la costa onubense, mi semana anual en Tarifa y las caricias diarias de quien me acompaña en este montaña rusa que es la vida. Soy un nostálgico nuevamente. Todo eso acabó como un recuerdo no ya tan nítido y el resto...en el suelo, esperando ser recogido por una escoba.

Todo esto pasa por mi cabeza mientras me siento en una peluquería y noto como el ejecutor va cercenando mi cerebro, cortando en finas lonchas cada capa de vivencias del último periodo.

Entoces me doy cuenta que las cosas buenas han pasado, pero también las malas; los momentos de sufrimiento, los problemas que parecía que no tenían solución pero que se fueron y aquellas situaciones en las que me preguntaba si habría salida. Cada discusión, cada úlcera de estómago ante problemas de mi entorno, cada vez que me dije "no puedes seguir así". Relativizo la presión diaria, la que me llega y la que me impongo y veo que pase lo que pase yo sigo allí yendo cada 3-4 meses donde todo volverá a reciclarse (al menos mientras siga teniendo algún pelo que cortar).

El solo acto de ir a pelarme es un ejercicio de reflexión, es la voluntad de dejar atrás lo que sucedió y coger con fuerza lo que venga a partir de ahora, acumular experiencias, crecer y hacerme feliz a mi mismo y a los que estais a mi alrededor.

Y en Septiembre, este ejercicio se vuelve más profundo si cabe. En Septiembre cierro el año. A mi, que el Otoño sevillano me deprime especialmente, este punto y seguido me sirve para concienciarme. Interiorizar que la carrera empieza de nuevo, que hay que arrancar con espíritu limpio, renovado, durante el invierno, sentar las bases y construir, levantarse y recorrer, para acelerar en primavera y explotar en Julio, como cada 12 meses.

Y vuelta a empezar.

Pasan por mi cabeza los objetivos no cumplidos y los que me tengo que marcar. Lo que dejo atrás y lo que debo encarar.

Este es mi particular momento de inflexión, que quería compartir con vosotros, al igual que algunos habéis hecho.

Mi momento de reciclaje, mi trauma particular, mi renacimiento personal.

Abrazos a todos.

2 comentarios:

  1. Tirano, me quedo sorprendido con lo que puede cundir un corte de pelo...desde luego, como dices, cada loco con su tema: unos cortando papeles, otros viendo rodar su peluca por el suelo, nuestro pensamiento se libera y procura trascender en lugares inhóspitos o durante actividaces inverosímiles.

    Sobre el vídeo, dos cosas. La primera, que cada vez que veo al cantante de The Verve me acuerdo de tí, por vuestra igualdad de hechuras (incluso me atrevería a decir de rasgos faciales como la boca, pero sólo es una impresión), sobre todo en los andares arrasadores que te he visto adoptar alguna vez en la nocturnidad, cuando el etilismo te invade y te trasfiguras en el Rey Lagarto. Con la única diferencia de que intuyendo que tu estatura y la de Richard Ashcroft deben ser parecidas, tu masa muscular debe triplicar la suya, que en el vídeo sale hecho un auténtico papelillo. Por eso, cuando te imagino saltando sobre el capó del coche de la chavala, lo veo inmediatamente volcando hacia delante por efecto palanca inducido. O cuando te imagino pegándole el hombrazo a la primera tía del vídeo, la veo saliendo proyectada a una distancia de 8 metros.

    Otra cuestión, aparte de este collage pop mental que me monto poniéndote a ti en el papel del protagonista, es que siempre me pregunto que qué cojones pasa para que a un tío que va así por la calle nadie se pare a pegarle una ostia. Tal vez sea muestra de la flema británica. Pero llega a hacer el vídeo por calle Feria, y al final de la canción Richard Ashcroft acaba con el careto como el Ecce Homo de Borja.

    Buen post, Tirano. Un abrazo, y a ver si comentas Berlin Calling de una puñetera vez ya.

    ;)

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  2. JEje, cuando fui a Londres la primera vez me compré una cazadora igual y llevaba el pelo así, cosas del Brit Pop. Me descojono con tu sevillanización del vídeo de The Verve...quizás Cabeza Destructora podría organizar el rodaje de dicha adaptación de la sinfonía.

    Estoy en ello, pero vaya tocho de vídeo has puesto! 1,47 horas....

    Abrazos

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