lunes, 10 de febrero de 2014

El imitador de voces

Cuando creía haber perdido ya la esperanza de leer relatos cortos como los que nos dejaron los latinoamericanos; Cortázar o Monterroso, resulta que en el frío de los alpes austríacos también se cultivaba esa rara especie de la escritura breve.


Bernhard escribe como suena el pensamiento, el suyo. Y traducir las palabras escritas al propio pensamiento, el nuestro, es un ejercicio que requiere de idas y vueltas en las frases, como cuando recorro la casa (con mucha frecuencia, os lo aseguro) buscando el cuaderno que llevaba en la mano, o las llaves que necesito para salir corriendo a la calle...

Igual que cuando aparece el cuaderno o las llaves, encontrar el sentido de las frases largas de Bernhard es un auténtico alivio, un regalo, una alegría. Una recompensa que os recomiendo, y que a su vez, he de agradecer a un compañero al que admiro, que lee mucho, y que rebosa generosidad.

Gracias Ricardo, por hablarme de la historia de los alcaldes de Pisa y Venecia, y presentarme con ella al genio del imitador de voces.

Con todos mis respetos,

Plax

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