domingo, 3 de febrero de 2013

Sobrecracia

Recuerdo las primeras elecciones en las que voté, las generales que se convocaron en 1993. Felipe versus Aznar; lo que en términos políticos vino a ser equivalente a un Alien versus Predator; o un Jason contra Freddy. Pipiolo como era, mis expectativas eran máximas en el estreno: mis padres, representantes de una generación que había conocido las miserias de una dictadura y la ilusión de la libertad de expresión, se habían preocupado siempre de transmitirme el valor supremo del acto de introducir en la urna el sobre con la papeleta.

Me transmitieron su entusiasmo. Con ellos fui y voté hace veinte años. Pero igual que con Prince, eso era el acto antes conocido como democracia. Durante esta semana pestosa que hemos pasado ya ha quedado claro que el poder de decisión no reside en el “demos”, el pueblo, sino en un curioso caso de metonimia, en el mismo “sobre”: ésta ha sido la semana en que se ha descorrido el telón y se nos ha mostrado a todos la evidencia pestosa de la sobrecracia que lleva vigente en este país desde la muerte de Franco. Sobres que premian la fidelidad, la eficiencia de los servicios prestados, que salen de las manos que realmente mueven los hilos, cuyas caras no vemos. Sobres en los que reside la auténtica soberanía, y que cambian de destinatario tan pronto como quien los prepara, ve que con los del otro bando existe la posibilidad de ganar más...

Y mientras los sobres rulan de un lado para otro, y como está claro que aquí nadie va a dimitir para convocar elecciones anticipadas, se preocuparán de recordarnos dentro de tres años la milonga de la fiesta de la sobrecracia. Fiesta en la que el pueblo gilipollas al que pertenezco bailará como la cabra en la calle, subida a lo alto del taburete, alegre y contenta, mientras alrededor los de los sobres tocarán la trompeta y las palmas, todos ellos bien trajeados y empalmados, diciendo "¡Viva el vino!" y brindando bajo la lluvia de confeti que alguien siempre se encargará de cobrar a múltiplos de 4.700€, en un sobre, como si fuera el cumpleaños de cualquier Ministra de Sanidad.


Amigos míos, recordemos esta semana apestosa, que la coincidencia con lo de las basuras no es casual. La cloaca ha vuelto a abrirse para que olamos todos el aroma de la sobrecracia. Olamos, calladitos y sin quejarnos, para seguir dejando claro a los de los sobres que ésto es lo que nos gusta. Al fin y al cabo, dentro de tres años volverán a estar legitimados: volveremos a votar, y como si fuéramos moscas, volveremos a dejar claro que millones de gilipollas no podemos estar equivocados...

Con todos mis respetos,

2 comentarios:

  1. Yo no voté... porque esto no me apesta desde esta semana, me apesta desde hace años, mientras proclamaba mi repulsa a esta democracia de mierda y apostaba por un modelo tecnócrata o como cojones lo queráis llamar, que al parecer os daba miedo... Esto os apesta y lo otro os da miedo, y la alternativa es elegir por internet o montar asambleas como la de mi post de Chipiona...

    Aclarémosnos señores porque teta y sopa no caben en a boca.

    Con todos mis respetos.

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  2. Gestionar una asamblea de 45.000.000 de habitantes es repetir de nuevo la estructura de esta representación democrática que se ha alejado de la gente. No funcionaría, por más que nos planteemos lo verosímil de una democracia 2.0.
    No me planteo tampoco la idea de la tecnocracia, porque seguiría actuando a la escala del Estado-Nación, sólo que cambiando de caras, caras que seguirían expuestas al baile de sobres, y especialmente cuando ya se ha dicho que el "Monti" español sería Almunia...que me ha dado directamente arcadas...
    Creo que pensar otros modelos debe llevar a algo más radical, que haga que igual que las democracias representativas, el tiempo que han estado vigentes, no fuesen ni siquiera imaginables en el marco de las anteriores sociedades feudales, supongan un auténtico cambio respecto a lo que conocemos hasta ahora. Teniendo claro, por supuesto, que la naturaleza humana no se puede cambiar y quien sea un hijo de puta seguirá siendo un hijo de puta, ahora y en el siglo 25.
    Entiendo lo que dices Miniurgo, pero la alternativa en la que yo pienso no se refiere solamente a cómo se vota, sino a otro modelo más basado en el territorio, más cercano a una idea de comunidad que a la de la sociedad que hemos heredado del siglo XIX...creo que hay una base tecnológica que haría posible esa autonomía de lo pequeño. Pienso en positivo. Sigo dándole vueltas...

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