sábado, 7 de febrero de 2015

Don Francisco Luque

Queridos todos,

Vaya disgusto que me he llevado. No sabía que don Francisco Luque Vera, nuestro don Francisco, llevaba un tiempo gravemente enfermo. Enterarme hoy de su muerte ha sido un palo. Un gran palo.



Todos lo conocimos en el colegio, por lo que poco puedo aportar a la memoria que cada uno guarde de él. Imagino que muchos coincidiremos en momentos clave: dando golpes en la mesa (1...2...3!) con su regla de madera, hasta que al tercer porrazo se rompía, ese darse la vuelta para lanzar la tiza al que estaba haciendo el gamba en su mesa, esos cuidados que nos daba (agua caliente con sal, agua caliente con sal...), cada vez que en el patio nos pegábamos un jardazo. Y así, a más memoria que hagamos, más detalles saldrán de su calidad como maestro y de su grandeza humana.

Fuera del colegio, recuerdo dos momentos que me acercaron a él. Completamente intrascendentes, pero muy significantes para mí. Uno fue al poco de entrar, en tercer curso, cuando empecé a darme cuenta de la importancia que en la vida podía tener el factor de la casualidad: don Francisco habló del nácar de una caracola que había en la consulta de su dentista, y a las pocas semanas, yendo con mi madre a hacerme un empaste en Castilleja, descubrí en la sala de espera la misma caracola. Fui a decírselo a don Francisco al día siguiente, y efectivamente, habíamos coincidido. Lo pienso ahora y me parece Murakamiano.

El segundo fue hace unos años, en la inauguración de una exposición sobre el genial dibujante Nazario, en el Monasterio de la Cartuja. Viendo esa maravillosa muestra de ilustraciones, entre el gentío, al lado del mismísimo Nazario, vi a don Francisco. Fui a saludarle, y me dio un abrazo. Me presentó a Nazario, que resultó ser su hermano, y estuvimos charlando, que qué bien me veía, y qué bien le veía yo a él. Fueron cinco minutos, pero me quedo con esa memoria de calidez, porque fue la última vez que lo vi.

Gracias, don Francisco, por todo lo que nos ha dado. Siempre me acordaré de que tuve un profesor de pelo blanco que me hizo mejor persona. En deuda quedo, en deuda quedamos. Un abrazo, donde quiera que esté, y descanse en paz.

Con todos mis respetos,

Plax

11 comentarios:

  1. Creo que nos unimos todos en este homenaje, querido Plax.
    Aunque suene a tópica cursilería, Don Francisco Luque no ha muerto del todo porque parte de él está en nosotros. Sabrá Dios si tanto que me gustan a mí las matemáticas está en lo bien que nos las explicó siempre.
    Y por supuesto, como bien dices Plax, nos enseñó, y mucho, a ser personas.
    Que los Ducados que me fume esta noche vayan dedicados a ti, que tantos apuraste en clase, cuando aquello no era motivo de escándalo :)
    Un fuerte abrazo, y nuestro recuerdo para siempre...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Completamente cierto, querido Abuelo. Eso siempre queda de un buen profesor: que sus estudiantes amen conocer con el ejemplo de la bondad. Y es verdad, de repente me he acordado del olor a Ducados de la clase...desde luego, cómo ha cambiado todo desde entonces...ya hace treinta años...
      Un abrazo,
      Plax

      Eliminar
  2. Reconozco que veo la foto, y quitando al individuo de la derecha, miles de recuerdos vienen a mi cabeza. Aunque yo era del otro grupo, de don MIguel Tejero, y recuerdo a don Joaquín Leflet entrando en clase cantando sevillanas, de don Francisco Luque recuerdo sobre todo su manera de vestir: vaqueros, botas de montaña, bufanda abierta, jugando a una maquina de Mario Bros que había llevado no sé quién ("¿por qué se me habrá grabado ese recuerdo en concreto?" me pregunto), sus ducados por supuesto...y estoy de acuerdo, no es cursilería resaltar que somos aquello que vivimos de chicos. Nunca se me dieron bien las matemáticas, de hecho ninguna materia se me dio especialmente bien, pero sí tengo millones de fogonazos del pasado que sin duda alguna han hecho lo que soy hoy. (Ay el olor a pan de la panadería que se colaba por el patio chico...).

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ciertamente, lo de sus vaqueros, sus botas de montaña y sus andares. Y también la has dado, Marcos, con el olor de la panadería en la clase de 4º...esa escalera estrecha y alta para llegar arriba...
      Mejor corto de momento, porque he echado un suspiro, y me veo deslizar pendiente abajo de la nostalgia...
      Abrazos

      Eliminar
  3. Finalmente la encontré...con la luz del día todo aparece antes. No sabía dónde tenía la foto de la clase del "B", y creo que encaja mejor con la memoria que tenemos de don Francisco...
    Con todos mis respetos,
    Plax

    ResponderEliminar
  4. Como Marcos, yo era de otro tutor, del A con nuestro Leflet, su flamenquito y su arte sevillano, pero fue un par de cursos despues de que yo entrara (en tercero) que cada uno de vuestros tutores nos daba una asignatura y D.Francisco cómo no...las matemáticas.

    Tengo pocos recuerdos de aquella época, quizás porque D.Francisco no lo vi mucho más tras aquel año..pero sin duda son años de calidez, de personalidades (escasas) en formación y de cariño por una época en la que la inocencia lo impregnaba todo.

    Observa uno con pena como a través de las pérdidas, el calendario va descontando hojas y con ello nos irán dejando personas queridas en muchos ámbitos...ley de vida.

    Descanse en Paz.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La verdad, Tirano, es que mirando para atrás, los profesores que tuvimos esos años nos marcaron...te juro que puedo distinguir todavía diferentes patrones en nuestra generación SFP, de "A", "B" y "C", que se formaron entonces en nuestros cerebros prePoNis y que aún nos determinan...

      Eliminar
  5. Vaya foto! Creo que la tengo. Todos tenemos un recuerdo muy bueno de él y ese olor a Ducados... Eran otros tiempos y se notaba que la mayoría de profesores estaban en la profesión por vocación, no lo tengo tan claro ahora. También eran tiempos en los que si el profesor te reñía o te daba un tirón de la patilla y osabas a contárselo a tus padres, te arriesgabas a que te llevaras otra reprimenda u otro tirón de la patilla.
    Como gran anécdota recuerdo que Don Francisco le pegó una bronca a mi padre, que en aquella época no tenía tiempo nunca de ir a las tutorías, lo convocó a una de carácter especial y mi padre fue asustado, pensando que yo había hecho algo realmente malo o que me iban a largar y Don Francisco sólo le dijo que los hijos son mucho más importante que cualquier trabajo y responsabilidad laboral del mundo, que sólo quería conocerlo y darle la enhorabuena por la evolución del curso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buf, Jose, brutal la anécdota. Muy de don Francisco. Me la guardo para el futuro.

      Eliminar
  6. Es raro escribir sobre un articulo de hace 5 años, pero hoy lo recordé, recorde a mi gran abuelo, con el que e pasado los mejores momentos.
    Fue un gran profesor para mi ounque yo le dijera que no me explicaban asi las cosas y no le hechara cuenta, siempre estubo para curarme protegerme, cantar, bailar.
    En fin, estubo para todo y hoy con 14 años escribo esto para que todo el mundo sepa que no era el mejor solo e el colegio, sino fuera con su esposa, hijos y nieto(Que hoy le añoran mucho) tambien lo fue.♥️

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Llegué nuevo en 4° de primaria, en el año 2007, proveniente de otro colegio con (bastante) menos calidad en la enseñanza. A mí nunca me dio clases de forma regular, pero mis compañeros habían tenido de tutor el año anterior o 2 años antes a don Francisco. Cuando yo llegué ya estaba prejubilado, pero seguía apareciendo de vez en cuando para sustituir alguna falta de otro profesor.
      El cambio de colegio para mí fue totalmente apabullante, venía con muchísimo menos nivel que el resto de mis compañeros. En uno de mis primeros exámenes de lengua, cayeron varios verbos y teníamos que responder la forma verbal en que estaba escrito cada uno. Yo que, como decía, por aquellos momentos estaba más perdido que el barco del arroz, ante el "ellos hicieron", con toda mi cara, respondí que eso estaba escrito en 6° persona. Don Francisco, que tenía la costumbre de pasearse leyendo los exámenes según los alumnos los iban haciendo, cuando llegó a mí, le faltó poco para soltar una buena carcajada, magistralmente reprimida, debo señalar.
      En lugar de ignorar la barbaridad de examen que me estaba marcando, decidió explicarme, en mitad de la prueba y en escaso minuto y medio, que aquello era la 3ª persona del plural y su porqué, ayudándome de tan ilícita manera a darle 2 capotazos a ese ignominioso examen.
      Como ya han mencionado en uno de los comentarios anteriores, son detalles minúsculos pero que, no se sabe muy bien por qué, se quedan grabados de forma significativa en cada uno de nosotros, contribuyendo así a la memoria colectiva de don Francisco a través de estos testimonios.
      No fue mi profesor de forma regular, y aun así, me llevo un bonito recuerdo de él gracias a detalles como este.

      Eliminar