sábado, 30 de marzo de 2013

Invertir en máquinas tragaperras...

Suena el despertador. Lo paro. Son las 6.15h. Remoloneo. Me giro a la derecha, me giro a la izquierda, me vuelvo a girar a la derecha. Vuelve a sonar tras darme cinco minutos de cortesía. Lo vuelvo a parar. Me levanto.

Hoy no toca afeitarme, lo hice hace tres días. Demasiado pronto aún. Me peso. Se empiezan a notar los efectos de la hora de footing de cada noche. Me ducho con mi gel de Hugo Boss y mi champú de Kérastase Capital Force. No soy pijo, pero me gustan determinados conceptos. Pienso en la negociación de hoy. Los tenemos a tiro y si cerramos con los canadienses tendremos la primera referencia fuera de España. Me pongo los chinos beige, la corbata que me regaló Afrodita la semana pasada y el jersey de pico negro. Me calzo las zapatillas Munich. Las Hummel las usé toda la semana pasada. Hace frio todavía. Toca foulard.

Meto en la bandolera una manzana. Casi me dejo el Vaio en la mesa del estudio. Conecto el IPod y selecciono los Chemical. Push the Button es una buena forma de empezar la mañana. Con los Sony cubriéndome las orejas doy las primeras pedaladas subido en mi Adriática. Qué máquina, qué suave va en cada pedalada. Menos mal que cogí el foulard porque el frio aún cala un poco.

Llego al estudio en Torneo. Treinta minutos clavados. Qué luz entra. Qué agradable es el estudio. Cada mañana se me ensancha el corazón al entrar. Este contexto me llena plenamente, acelera mis sinapsis.

Preparamos en equipo la presentación para los canadienses. Deben estar al llegar. Qué maquinas son mis compañeros. Da gusto trabajar con este equipo. Los vamos a impactar. Vamos a recoger el fruto de un año intenso y apasionante. La estrategia era la ganadora. Sobre la mesa de cristal de la sala de reuniones conectamos el Mac de Marco. Suena el timbre, ya están aquí...



Suena el despertador. Lo paro. Son las 6.15h. Remoloneo. Sigo remoloneando. Me escondo bajo las sábanas. No quiero que nadie se dé cuenta que existo. Ni el despertador. No me quiero levantar. No quiero otro día perdido. Para nada. Para tirarlo. No quiero volver a trabajar otras 20h en algo que sólo me creo yo. En esa oficina. En ese Contexto. No. Sigo escondido. Pero no me queda otra que ducharme, vestirme como Sevilla manda, y seguir con esta inversión en máquinas tragaperras en la que se ha convertido mi existencia. En la que he convertido mi existencia...



De verdad es el secuestro intelectual de la hipoteca y los gastos de esta vida de conceptos que no quiero abandonar lo que me hace sufrir ese síndrome de Estocolmo? De verdad voy a aguantar mucho más invirtiendo mis sinapsis en máquinas tragaperras? O me estoy haciendo la picha un lío y debería seguir el consejo de Afrodita de apagar el cerebro y vivir sin pensar?

Y la verdad es que... Por qué cojones tengo que estar todo el puto día pensando? 


Con todos mis respetos.

Miniurgo.

2 comentarios:

  1. Querido Miniurgo,

    De Pensante Pomelo Nihilista a Pensante Pomelo Nihilista, de PePoNi a PePoNi, te diría un par de cosas, a lo mejor sin demasiado orden, sobre algo que he hablado largamente con el Farruco, que es la primacía de la atención sobre el pensamiento...la primera, es que considero que el pensar, la variante “racional” de poner atención a las cosas, es lo que nos hace humanos, lo que nos diferencia de los peces, que no pueden mantener la atención en nada más allá de milésimas de segundo, o la especie de los Monos, de la que los PoNis somos descendientes directos, que a lo sumo se puede concentrar en hacer algo un par de minutos, no más. Pensar nos hace trascender y nos libera. Y de esa liberación hemos de disfrutar, de estar orgullosos, aun cuando no todo el mundo acompañe. Por eso, añadiría a la lista de bienaventuranzas que de vez en cuando compilo justo a mi querido Farruco, la de “bienaventurados los atentos, porque ellos se llevarán el gato al agua”...

    La clave está en una vez liberados, saber cómo liberarnos de pensar, porque también pensar tiraniza. Eso también es una cuestión de atención. Una persona que me ayudó hace tiempo me dijo algo parecido a lo que te dice Afrodita, que es una persona sabia: que abandonarse es también un acto de atención necesario; y que igual que comprobamos que el mundo sigue funcionando cuando estamos enfermos, o cuando nos quitamos de en medio, o como seguirá funcionando cuando nos muramos, también nuestra existencia personal sigue su curso cuando desconectamos. Y que en los momentos de abandono, de atención “sensible” a las cosas, el apartar las exigencias no hace sino aumentar el disfrute: igual que disfrutamos viendo a nuestros sobrinos e hijos jugando un partido de fútbol, sólo por verlos, sin recriminarles cuando fallen un pase o no lleguen a un balón. Mirarnos a nosotros mismos de la misma manera de vez en cuando puede ser una clave.

    En fin, no sé muy bien si llego a exponer bien mi teoría, espero que quede mínimamente legible. Con esto quiero mandarte ánimo, y desear que pases un buen fin de semana. Un abrazo fuerte.

    Plax

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