domingo, 6 de abril de 2014

Cuando el futuro depende de saber leer el pasado

Por qué los sevillanos caemos mal?

Es una reflexión que desde siempre me ha interesado, pero a la que nunca había conseguido dar una respuesta lo suficientemente sólida como para convencerme con ella.

Que caemos mal no se puede obviar, ni minimizar. Han sido muchas las veces que al identificarme como sevillano, la cara de mi interlocutor ha sufrido signos visibles de escozor mental, y su voz cambios leves de timbre, evidenciando cierta repulsa. O por el contrario, su cara se ha encendido con signos visibles de ironía, y de su mente han salido peticiones grotescas del tipo "me puedes contar algún chiste?", o "me puedes bailar unas sevillanas?", o "vas al trabajo a caballo?", o el trending topic "me podrías decir una frase con la z?". Y por ello, aunque soy sevillano, reconozco abiertamente que cuando me preguntan de dónde soy, me da verguenza identificarme como tal, y suelo decir que soy de Portimao pero que mis padres se trasladaron a Sevilla siendo yo chiquitito. Esta mentirijilla piadosa me permite evitar el rechazo de entrada de mi interlocutor, y sobre todo, me permite conseguir que me trate de entrada como si fuera un ser normal. Caemos mal, no lo podemos negar.

Paradójicamente, la visión de la sociedad sevillana es antagónica con la de la ciudad en sí. Todo el mundo reconoce a nuestra ciudad como hermosa, histórica, habitable, enviadiable... que hace honor a todos los apelativos que quienes la habitan le han autoasignado. Paradójicamente ven a una urbe maravillosa, habitada por señoritos gandrilocuentes que enmascaran su catetismo y canicismo... Son muchos los que en el tiempo lo han manifestado, algunos incluso de forma exageradamente desagradable, como hiciera hace un tiempo el tan presumido como aburrido escritor creador de la surrealista historia de la abuela cibernética de "La piel del tambor". Caemos mal, y esto es así.

Y aunque los típicos tópicos suelen ser injustos por incluir los casos excepcionales dentro del tópico, este tópico es demasiado típico para que no encierre mucha parte de razón y las excepciones sean en realidad muy excepcionales. Caemos mal, y punto.

Por ello, me obsesionaba entender la raíz de esta gran paradoja. Y pensando sobre ello, me topé de repente y sin buscarlo, con la Plaza del Pan, sobre la que Plax ya reflexionara en un post hace tiempo. Y al toparme con la plaza y verme de repente rodeado por esas farolas de estilo surreal-zoidotino incalificable, y de esos bancos de estilo absurdo-zoidotino, y entrar sin poder evitarlo en un vacío espacio-temporal en el que por un instante no supiera con exactitud si me encontraba en una plaza de Carmona, Aracena, Vejer o Sevilla La Universal y Eterna, me di cuenta que era cierto que quien tomó la decisión de transformar una plaza con alma y firmes principios coherentes con la historia del casco histórico, en una cateta plaza pueblerina carente de alma y desconceptualizada, no podía ser mas que un verdadero cateto, capaz de deshacer la universalidad de la ciudad con su grandilocuencia y su cateto pensamiento de señorito trasnochado.

A pesar del sofocón cerebral, conseguí llegar a esa maravilla de la gastronomía universal que es el Bar Europa y reponerme mientras reflexionaba sobre el el asesinato del alma de la Plaza del Pan.

Esta reflexión entre tapa y tapa, me llevó a no tener más remedio que dar la razón a todos los que les caemos mal por ser una sociedad cateta y cani que se cree grande y se manifiesta altiva, a pesar de ser insconcientemente cateta y cani. No me quedó más remedio que concluirlo y reconocerlo porque ese cateto, orgulloso de su plan y de su obra (con minúsculas), es el representante electo con una amplia mayoría de esta ciudad, por lo que no me quedó más que reconocer que reconocernos como sociedad, como mínimo, tan catetos y canis como el cateto y cani mayor que nos representa, por decisión libre y democrática de la gran mayoría de los sevillanos.

Pero esta reflexión me llevaba empíricamente a reconocernos como catetos y canis, pero no al porqué lo somos. Y una maravillosa tapa final de ajo blanco con atún me dio la respuesta: lo somos porque como sociedad no nos atrevemos a escribir nuestro futuro, porque no sabemos leer nuestro pasado, ni con ello entender cómo llegamos a ser lo que hoy ya no somos.

Y es que con Zoidete, como ya sucediera con Becerrita y con Kodak-Marcos, hemos retrocedido a un estado de "sociedad no nata", a pesar de que hubo un tiempo hace pocos años, en el que un alcalde con mente de serrín, se obsesionó en transformar esta ciudad perdida de su pasado, en una ciudad con alma y principios con sentido, y la dotó de calles peatonales, y de carriles bici aunque fueran de color verde, y de un metro ligero, y de espacios olvidados que devolvió a la ciudad en forma de espacios públicos como La Alameda, La Encarnación, La Plaza de el Pan, y de algunas aunque no suficientes viviendas sociales... y la dotó de un alma como ningún otro antes desde la democracia lo había hecho, aunque su mente de serrín le hiciera derrochar en ello, y aderezarlo de ciertos aspectos discutibles, tirando al monte.

Pero hoy ese alma que renacía ha subido de nuevo al cielo de las Historias que se paran y la Ciudad Eterna, sigue siendo tan eterna como el fantasma que la articula y que asusta con su espectro al cateto de su alcalde y con él a todos los que la habitan que tienen miedo a aprender a leer el pasado para entender cómo asustar a los fantasmas, alejarlos y con ello recuperar el alma que siempre tuvo y que por un tiempo había empezado tímidamente a volver.

Espero algún día poder contribuir a aprender a leer y a conseguir la resurrección y a poder con ello reconocer abiertamente que no soy de Portimao, sino de Sevilla y que aunque sé contar chistes, los cuento cuando se me sale de las pelotas.


Con todos mis respetos,

Miniurgo.

2 comentarios:

  1. Gran post Miiurgo. Yo la verdad es que como casi que no voy a ningún lado, pues tampoco me he enfrentado a estas cuestiones. Pero la verdad es que supongo que tiene que ver con lo que los medios, principalmente televisivos, ofrecen de nuestra ciudad. Y con el ombliguismo de muchos de nuestros conciudadanos también, desde luego.
    En tu caso, Miniurgo, la dificultad, y el odio y coraje que provocarías sería doble, si además de sevillano te reconoces como sevillista. Por lo que desde aquí te reto a que resuelvas también otra pregunta: ¿por qué el Sevilla FC cae mal y el Real Betis Balompié cae simpático?, ¿por qué me tengo yo que tragar una eliminatoria Betis-Sevilla en una tele nacional con los comentarios de tres forofos verdiblancos? (cosa que sería impensable de haber sido una eliminatoria Valencia-Villarreal o Real Madrid-Barcelona); ¿por qué Canal Sur no retransmite un Manchester Utd-Sevilla y al día siguiente pone un Everton-Betis?; ¿hay equipo más odiado en un trofeo Colombino que el Sevilla?; ¿se le habría ocurrido alguna vez a los guionistas de "Ocho apellidos vascos" que el nota sevillano fuera sevillista?, ¿o ya entonces sería imposible la combinación simpático-sevillista?. Y así te puedo dar mil ejemplos.
    Un abrazo.

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  2. Querido Miniurgo, tu reflexión es uno de los nudos gordianos de la identidad PoNi. Porque ante todo, la esencia del PoNi es, queramos o no, partícipe del lugar físico donde nos hemos hecho pomelos y nihilistas...
    Creo que en primer lugar, pondría en crisis la capacidad transformadora del de la mente de serrín, y se la atribuiría a una nebulosa de personas, técnicos, profesionales e ideólogos auténticos, que son para mí quienes detentan el verdadero mérito. Al de la mente de serrín, tenemos bastante con reconocerle el haber dejado hacer: porque no olvidemos que junto a esas cuestiones infraestructurales que él admitió crear y que transformaron la ciudad, cada vez que hizo falta, enarboló el estandarte de la Casa de Alba para reivindicar el lado mugriento y cutre de la Sevilla de las tinieblas, para deleite de las masas...
    Lo de Zoidote, eso sí, verdaderamente no tiene nombre...intentar escribir algo sobre él a estas horas de la mañana me supera, prefiero dejarlo para cuando nos veamos...
    Un abrazo,

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