LOCOS POR LAS SERIES (6ª Parte): Breaking Bad

Unos pantalones vacíos atraviesan el cielo del desierto de Nuevo México. Caen al suelo y los pisa una autocaravana a toda velocidad, conducida por un tío con una máscara de gas en calzoncillos, que huye de algo desconocido. Dentro de la caravana, en el asiento del copiloto, otro tío también con máscara de gas desmayado, y otros dos muertos tirados en el suelo en la parte de atrás…

De esta manera empieza Breaking Bad, sin duda, la serie que ha llevado el surrealismo del Southwest americano a su máxima expresión, y que me ha enganchado durante los meses de agosto y septiembre llevándome a devorar sin pausa los 33 capítulos, cada uno más surrealista que otro…

Mi predilección por Breaking Bad parte de una base, como fueron mis experiencias vitales profundas de esa parte de los Estados Unidos durante los años 2005 y 2006. El disfrute de la serie se hace aún mayor cuando al surrealismo de la serie le ha precedido un hecho como puede ser, en mi caso, haber estado en el Museo Alienígena de Roswell o haber visitado el desierto de White Sands. Experiencias surrealistas vividas en un contexto surrealista como vehículo para entender una serie surrealista.

Aun así, en mi caso entiendo que es un plus que me hace apreciar con mayor intensidad una serie que no dudo en calificar como la serie más surrealista de todos los tiempos…la historia de un profesor de química en un instituto de secundaria en Albuquerque, llamado a ser premio Nobel, pero que en un momento de su vida eligió dar el paso hacia lo que el común de los mortales llamaría una vida mediocre…

Pero no. Porque Breaking Bad se sumerge en esa supuesta mediocridad de la experiencia vital de un padre de familia de clase media norteamericana para revelar cómo lo que tenemos entendido como un contexto sin atributos, plano como pudiera ser Nuevo México puede llegar a ser fuente de tantas situaciones profundamente humorísticas…

Porque en un momento de su vida, Walter White, ese profesor de química de 50 años, recibe la noticia de que tiene cáncer…y decide que antes de morir ha de dejar a su hijo, que tiene parálisis cerebral, y a su mujer, que está embarazada, en una situación desahogada…y decide hacerlo por el camino más corto…cocinando la metanfetamina más pura que se haya producido nunca…

El giro de Walter White, desde la vida de padre de familia, a la decisión triste y trágica de convertirse en un criminal llamado Heisenberg, es sin duda para mí, una de las tocaduras de cielo más grandes del universo televisivo…su compañero en la experiencia, un yonqui que fue alumno suyo en el instituto de nombre Jesse Pickman, es un personaje cuyas reacciones básicas de NiNi americano, te tiran al suelo en cuestión de milisegundos…su cuñado, para más inri agente de la DEA, cumple todas las expectativas de ser un auténtico espécimen humano, casi el eslabón perdido…

Ingredientes suculentos que le sirven a un guionista estratosférico como es Vince Gilligan para cocinar lo que llamaría sin dudarlo la metanfetamina de las series…la más adictiva jamás cocinada…la más químicamente pura en su surrealismo…y mi encarecida recomendación para una generación PoNi como la nuestra…porque en ella Pomelismo y Nihilismo van de la mano…y alcanzan cotas insospechadas…

Abrazos