Anoche tuve un nuevo sueño. Pero esta vez, lejos de resultar una pseudo-pesadilla surrealista al estilo de las compartidas con vosotros en post precedentes, estuvo próximo a un éxtasis etílico espirituoso.
Soñé que después de unos meses de una intensidad laboral agotadora, estaba en mi coche tuneado en la Banlieu con Playa, junto a mi amada Afrodita, a tan sólo 60Km de la ciudad fetiche de Lisboa.
Soñé que tras atravesar el impresionante ponte de Vasco de Gama, aparcábamos en el Parque de las Naciones para ir a almorzar. Camino del Resto, en el transcurso del paseo, me entusiasmaba observando la serenidad de un espacio tan innovador y transgresor arquitectónicamente, como agradable para el ser urbano.
Comparaba mentalmente el ghetto inurbano de La Cartuja, con esta Lisboa Moderna... y me venía a la mente, sin poder remediarlo la estampa de Menteserrín con casco estilo Petete sobre la moto de Tron Legacy trompeando por San Jacinto. Y me preguntaba de forma retórica qué hacía diferente a los lisboetas de los sevillanos que les permitía convertir de forma estructurada una Exposición, en un paradigma urbano para mi microcosmos, mientras nosotros casi veinte años después, no sabíamos qué demonios hacer con el ghetto cartujo para convertirlo en un espacio habitable para el ser urbano.
Soñé que tras el éxtasis sensorial experimentado en el Parque de las Naciones, me alojaba en el hotel AC, el mismo en el que años atrás, junto al Tirano, Jose y Plax, velábamos armas en las horas previas a la sesión lisboeta del Vertigo Tour.
Soñé que horas después disfrutábamos del incoherente y apasionante Barrio Alto. Por sus calles pensaba cómo era posible que un espacio urbano pudiera combinar, sin resquebrajarse, arquitectura popular decadente, con tradición costumbrista fadogastronímica, con ropa mojada colgada en las fachadas, con las últimas tendencias underground y trendies musicales, gastronómicas y de ropa. Por contraposición a nuestra Sevilla, en la que todo es homogéneo: lo cutre es cutre y lo moderno no molesta porque no existe y el poco que existe o está a medio hacer, o en proyecto, o paralizado y siempre criticado.
Soñé que al día siguiente disfrutaba, siempre de la mano de mi amada Afrodita, de agradables paseos por sus calles de capital pequeña en dimensiones, y grande en tradiciones inmóviles, como si estuviera inmunizada a la globalización europea que en las últimas décadas ha asolado a la España_va(iba)_Bien.
Soñé que por la noche cenaba en la Bica do Sapato... el genial restaurante, que comparte el espíritu del Lux y su propietario Malkovich. Qué diferente resulta un restaurante de diseño a orillas del Tejo, o a orillas del Guadalquivir. Y es que comparar la Bica do Sapato con el Abades Triana, es como comparar una Triumph con una Rieju de 50 cc.
Y en este éxtasis sensoarial que me hacía ser feliz por contexto... De repente me desperté...
Pero estaba en la habitación del AC y al descorrer las cortinas para pellizcarme, el acerado era el típico empedrado portugués, y los taxis eran mercedes crema como en Lisboa... Y es que estaba en Lisboa. No había sido un sueño, estaba de verdad allí.
Aunque estar allí, siempre fue como un sueño, próximo al éxtasis etílico espirituoso, frente a los pesudo-pesadillas surrealistas de Sevilla.
Y es que durante estos dos últimos días, he logrado ser feliz por contexto, en mi ciudad fetiche, junto a Afrodita, justo antes de terminar el año...
El Miniyo del Demiurgo.
Querido Miniyo,
ResponderEliminarSigo alucinando con la capacidad de innovación de Portugal...Malkovich nunca abriría un garito en Madrid ni en Barna, por más que vayamos de modernos...sólo en Lisboa...
Me alegro de que tu sueño se hiciese realidad. Ha sido bonito el recuerdo a Vértigo...qué momentazo...
Un abrazo fuerte
Sevilla tendría bastante más encanto si se reconociera a sí misma como lo que es, y no tuviera esa creencia de ser el ombligo del mundo.
ResponderEliminarLisboa, aunque la conozco poco, me gusta. Tiene contrastes, lo que dice mucho de ella.
Me alegro, querido Miniyo, que este sueño, al menos, se te haya hecho realidad.