jueves, 23 de junio de 2011

Barcelona, tercer acto.

Quería cerrar los posts derivados de mi viaje a Barcelona, con un aprendizaje que quería compartir con vosotros.

Normalmente, cuando vamos a visitar monumentos, solemos mirar hacia arriba, hacia el monumento. Es lo normal. Lo lógico.

Llegamos, nos separamos, cogemos perspectiva, levantamos la cabeza y miramos hacia arriba...





Aún siendo profanos en la arquitectura, uno mira hacia arriba y admira la obra, se pone en la piel del albañil, del cantero, de los medios de la época, de la ruptura histórica arquitectónica, y reflexiona. Reflexiona sobre si Gaudi es el Aníbal González catalán y por tanto está sobrevalorado, o si realmente es un auténtico genio... y todo ello mirando hacia arriba.

Y después normalmente giramos la cabeza, y nos vamos.

Pero esta vez me dio por mirar hacia abajo. Y lo que vi, fue una obra de arte urbana que me habría perdido si no llego a mirar hacia abajo...





Me habría perdido a ese friky ganándose la vida con su arte musical, inconsciente de ser un artista urbano, no de la música, sino de la estética urbana. Él mismo, su perro y el que está sentado mirando, conforman un Garabato Pop Ultrarrealista, brutalmente descojonante, que me habría perdido si no llego a mirar hacia abajo.

Por ello, a partir de ahora, cada vez que vaya a mirar un monumento, además de mirar hacia arriba, miraré también hacia abajo, no vaya a ser que la verdadera obra de arte esté ahí y no en el monumento.


Miniurgo.

1 comentario:

  1. Miniurgo..yo estaría de acuerdo en que aquí en España hiciéramos como en Japón..allí no solo se consideran monumentos a los edificios, sino también a las personas..muchas veces la carne tiene más que transmitir que la piedra, y por eso creo que tu idea de mirar arriba y abajo es de lo más acertado..

    Una duda, el señor de la foto, tenía algún vínculo familiar con el pollopera de tu post anterior??

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