Queridos amigos,
Hace ya más de 150 años, Herman Melville publicó un relato corto con título "Bartleby the Scrivener: A Story of Wall Street", que contaba la historia de un abogado de Wall Street que para asumir más trabajo en su despacho, contrata a un oficinista de nombre Bartleby.
Bartleby es un profesional copista sobradamente eficiente, que trabaja a un ritmo incansable y a lo largo de todo el día, que en el momento que se le requiere para revisar unos documentos por su jefe, responde: "preferiría no hacerlo"... Bartleby desempeña su trabajo con eficiencia, y según su criterio, decide no hacer nada más que lo que él sabe hacer mejor que nadie. Hacer otra cosa es ineficiente e inútil.
El relato de Bartleby, que vivamente os recomiendo, ha sido asumido actualmente por una parte importante de la profesión a la que me dedico, y se plantea, por vez primera, la posibilidad de situar un pensamiento ético en el trabajo...de tener una visión crítica sobre lo que es necesario y lo que no, y si es necesari, saber decir como Bartleby: "preferiría no hacerlo", y explorar en la belleza de la inacción.
Sé que es una manera cursi de decirlo, por eso prefiero ilustrarlo con un ejemplo, que surge tras las reflexiones que me ha provocado últimamente el post sobre San Telmo y sus derivados. Os cuento: una pareja de arquitectos franceses reciben un encargo en 1996 del Ayuntamiento de Burdeos, dentro de un ambicioso plan para el embellecimiento de las plazas de la ciudad.
La plaza que les tocó se llamaba la Plaza Léon Aucoc. Una modesta plaza triangular, rodeada de edificios de viviendas de clase media, en la que por la mañana se pasean los jubilados, a mediodía juegan los niños cuando salen del colegio, y donde por la tarde las parejas se juntan a pelar la pava. Una plaza normal y corriente, vamos.
Cuando llegaron a la plaza para estudiar lo que debían hacer, vieron cómo la gente usaba el sitio, cómo se mantenía en un estado decente y limpio, y de repente se cuestionaron lo que muy pocos arquitectos se cuestionarían: ¿Realmente hace falta que hagamos algo aquí? ¿Realmente la gente disfrutará más de este espacio si le ponemos bancos de diseño, fuentes o parterres que no se puedan pisar? ¿Qué pasaría si no hiciéramos nada?
Los arquitectos, que se llaman Anne Lacaton y Philippe Vassal, ofrecieron entonces al Alcalde de Burdeos la misma respuesta que Bartleby le dio a su jefe: Preferiríamos no hacerlo...Prepararon para el Ayuntamiento un informe en el que solamente recomendaban limpiar con más frecuencia la plaza, mejorar el mantenimiento de la vegetación, reemplazar algunas piezas de pavimento perdidas, señalar zonas de prohibido aparcar para que la gente llegase mejor a la plaza, y nada más.
Cuando el resto de los arquitectos de Burdeos, de Sevilla, o de donde fuese, se hubieran frotado las manos para hacer la obra de su vida y cobrar sus honorarios, estos dos arquitectos hicieron precisamente lo contrario: no actuar. Decidir simplemente que cualquier añadido sería accesorio. Ése fue su proyecto: el de Bartleby, la inacción.
Con esto, aparte de un disgusto al constructor, dieron una lección al colectivo de su profesión, a los ciudadanos y al Ayuntamiento. Desde entonces, la actitud de Bartleby, ese espíritu de desobediencia a todo aquello que consideraba accesorio, ha ido ganando reconocimiento. Con esto, tampoco quisiera decir que Bartleby deba instalarse en cada situación a la que nos enfrentamos. Porque estaría banalizando su actitud. Pero tan solo sirve para encender la bombilla de que a veces no es tan difícil disponer de un sentido ético para tratar con lo colectivo...sobre todo por parte de aquellos que desde algún lugar u otro, intervenimos en su construcción y en su gestión.
Por eso considero que todo el debate alrededor de San Telmo tiene sentido. Porque aunque creo que la plaza Léon Aucoc de Burdeos y el Palacio de San Telmo de Sevilla son situaciones distintas, pienso también en las alternativas en las que generalmente no reparamos. En esa imaginación de alternativas, que surge de la discusión más que del empalotizamiento, es donde el pensamiento se hace más libre. Y de eso me alegro.
Abrazos
Plax
Que gran post Plax. De lo mejor que he leido en meses.
ResponderEliminarUn abrazo.
Impresionante, es un gusto leer y poder participar en vuestro blog.
ResponderEliminarUn abrazo.
A mí también me ha gustado mucho, Plax. Un abrazo.
ResponderEliminarEs una dicha entrar por una rendija a la casa de los intelectuales y leer cosas tan sensatas como estas: aquí la contaminación no es de bacterias como el E.coli, sino de luz. ¡Brillante!
ResponderEliminarHe visto Melville, y he pensado que te ibas a ir por los derroteros de Moby Dick. Pero no, un post muy bien escrito. He disfrutado leyéndolo. Comparto el criterio de no hacer más que lo que uno sabe hacer mejor que nadie, aunque no nos dejen llevarlo a cabo en nuestros respectivos trabajos, donde muchas veces tenemos que hacer cosas con las que no estamos cómodos. El resultado acaba siendo muchas veces mediocre, mientras que trabajar reforzando lo que sabes hacer mejor que nadie te puede llevar a ser excelente.
ResponderEliminarMuy bueno, de verdad.
Este post, querido Plax, lo pongo muy relación con aquel que sobre el libro El Artesano publicaste hace ya algún tiempo.
ResponderEliminarAhora bien, ¿de verdad que "el relato de Bartleby ha sido asumido por una gran parte de la profesión a la que me dedico"?
Por otro lado, cuánto me alegraría que el ejemplo de Bartleby fuera seguido por los peones del sistema actual: que los empleados de menor nivel de cada empresa manden a todos los jefes que tiene por encima a la "venta del nabo" cuando les obliguen a tragarse los marrones.
Pero unido al post de Miniurgo sobre el 15-M, a ver quién le pone el cascabel al gato.
Muy buen post.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. Muy en la línea neo-romántica incoformista con el estilo de vida que tenemos últimamente, y que tu abanderas como el Pepito Grillo de capitalistas corporativos rendidos a corporaciones multitrabajadores como yo. Voz de la Conciencia que agradezco como remanso de paz en la vorágine deshumanizada que vivo cada día.
Sin embargo Abuelo, por qué siempre es el peón el que tiene razón y los problemas? La mierda cae siempre para abajo pero...nunca pensamos en los problemas que pueden tener ellos?
Yo desde mi humilde posición cuando puedo (alguna que ha comentado lo sabrá), aplico el principio y la pantalla, cuando creo, puedo y me dejan. Y me como los marrones cuando debo para que no lo hagan otros...pero la perfección no es posible. Montamos todos una revolución. Bonito de decir.
Como dice MiniYo...al final cada uno tendrá que poner su granito de arena...pero el mar erosiona sin descanso.
Me ha parecido muy buen post Plax, pero discrepo contigo en una cosa: El ejemplo de Bartleby, para mi no es el mismo caso que el de los arquitectos Anne Lacaton y Philippe Vassal y te digo por qué.
ResponderEliminarSi todos hacemos sólo lo que se nos da bien, entonces corremos el riesgo de no equivocarnos nunca y sobretodo de no crecer profesionalmente ni personalmente. Si no nos ponemos retos difíciles de alcanzar y los conseguimos, siempre seremos buenos en lo que sabemos, pero nunca sabremos si seríamos bueno en otras cosas. Si no emprendemos y nos equivocamos, entonces no existiría Silicon Valley (a mi me gusta más tener espíritu emprendedor y ponermes metas nuevas para motivarme).
Bartleby decide hacer sólo aquello en lo que él es eficiente, los arquitectos Anne Lacaton y Philippe Vassal deciden hacer algo diferente a lo que estaban acostumbrados, aunque ello derive en dejarlo estar, pero mientras en el primer caso no hay toma de decisión ni riesgo, el el segundo sí la hay.
Jose, lo que bien has explicado es salir de nuestra zona de confort. Aquella que nos hace sentir tranquilos y si salimos de ella estaremos estresados, pero si nos quedamos solo en ella nuestro mundo se verá reducido a lo que dominamos y cualquier problema que se nos presente nos supondrá un mundo.
ResponderEliminarEs ver en cada problema una nueva oportunidad para ampliar la ZC. Esa es la única forma de progreso tanto personal como de la sociedad.
En efecto, y totalmente de acuerdo con Jose, se trata de la zona de confort. De hecho, la historia de Bartleby en absoluto es la de un tío intrépido. Más bien, es la de un personaje sonado, pero lo que servía para el post era la convicción con la que decía lo de "preferiría no hacerlo"...
ResponderEliminarTirano, lo de que sea el Pepito Grillo de tu conciencia, la verdad es que no lo esperaba. Pero bueno, teniendo en cuenta tu visión Peterpanesca de la realidad, me puede llegar a parecer hasta bien... ;)
He borrado mi comentario (aunque lo podeis ver entre los recientes ahí a la derecha) porque creía se podía entender mal.
ResponderEliminarEntiendo lo que quieren expresar Jose y Juanjo respecto a la zona de confort. Pero no sé hasta qué punto consideraría lo que ellos quieren decir como un axioma, aunque el debate me parece interesantísimo.
Por un lado veo positivo querer progresar en lo personal y profesional, pero por otro lado veo que el no saber dónde están los límites, habilidades y capacidades de cada cual, y adaptarse a ellos, es el mayor motivo de infelicidad (por frustación) que nos rodea.
En la difícil misión de saber adaptar los propios deseos y ambiciones a las capacidades de cada uno, tanto en la vida personal como profesional, entiendo yo que se debe encontrar la felicidad.
Quizás Bartleby, en su misión de copista eficiente, asumiendo que su zona de confort era cortita, fue feliz. Y dejó la gloria del progreso de la humanidad a otros más capaces.
O explicado con otro ejemplo: el quirófano donde se hizo hace 50 años el primer transplante de corazón estaría limpio porque alguien le pasó la fregona. Por supuesto, la gloria para el cirujano. Pero quizás la limpiadora murió feliz en su cama no haciendo otra cosa en su vida. No intentó dar el pelotazo montando una constructora fantasma, una sociedad de inversión o leyendo las cartas del tarot en una tele de madrugada...
Espero haberme hecho entender.
Un abrazo.
Querido abuelo, con lo que he escrito he querido expresar que vivimos en un mundo en continuo cambio y debemos estar preparados para ellos y ver en ellos una forma de ampliar nuestro horizontes y no con ellos quiero decir que todo el mundo tenga que montar una constructora fantasma. Te pongo un ejemplo:
ResponderEliminarHace unos años empezamos a conocer que existía algo que se llamaba Internet. Se trataba de algo duro para el público en general. No existían los interfaces gráficos, todo era texto y la verdad es que era bastante ilegible. Ante este nuevo factor (era algo desconocido que por tanto salía de nuestra zona de confort) podíamos hacer dos cosas: quedarnos como estábamos o adaptarnos a las circunstancias.
Si no hubiéramos hecho nada, no hubiéramos sufrido ningún tipo de trauma y seguiríamos tan felices, lo único que en la actualidad cada vez que nos mencionaran las palabras Internet, Google, Blog, ... cerraríamos nuestros oidos y no habríamos entrado en este mundo virtual (estamos de acuerdo en que no se habría perdido realmente nada del status personal y que hay mucha gente que vive de espaldas a Internet y siguen siendo igual de felices)
Si por el contrario nos decidimos a adaptarnos a este cambio, lo primero que hacemos es pelearnos por tener un hueco en el centro de cálculo (experiencia personal), para poder coger un PC con monitor en fósforo verde para entrar en algo que no sabes como funciona. Peléate también con los ordenadores porque se quedan colgados cada dos por tres y encima apréndete una serie de comandos de lo menos intuitivo (parece que mis comienzos fueron en la edad de piedra, pero Tirano, Spader y Miniurgo os lo pueden confirmar, estoy seguro que los que accedisteis con posterioridad no tuvísteis que pasar por este calvario, aunque sí por un proceso de aprendizaje más o menos tedioso).
¿Qué hemos obtenido? Pues a una herramienta que nos permite estar continuamente en contacto con nuestros amigos y acceder a una cantidad ingente de información.
¿Es bueno o es malo? Pues aquí depende de cada uno....
A lo mejor la señora que limpiaba el quirófano con la fregona cuando llegaron las primeras máquinas que esterilizaban en lugar que quedarse parada esperando que la despidieran se planteó aprender a coser y remendar las batas de los médicos y con el tiempo creó su propia empresa de uniformes escolares y profesionales.....
Quien sabe querido abuelo, pero creo que el cerrarnos a lo desconocido sólo por no conocer el resultado de nuestros actos lo único que hace es reducir nuestras fronteras.
Mira en tu caso, ¿no habría sido más cómodo dejar a los niños en el mismo colegio que estaban? Seguro que habrías ganado muchas horas de sueño, te habrías evitado algún que otro malhumor con la abuela y no te habría salido ninguna cana por esto, pero.... ¿mereció la pena salir de la zona de confort?
Un abrazo
Te voy a recomendar un b uen libro sobre este tema, aunque creo que a Tirano le puede interesar más: LA DANZA DEL CAMBIO. De Peter Senge
ResponderEliminarQuerido Juanjo: entiendo y comparto el ejemplo que me pones.
ResponderEliminarNo quiero parecer que estoy en contra de todo progreso y transformación. No, por Dios.
Simplemente he querido desligar los conceptos de progreso y competitividad. Y que el progreso de la sociedad puede estar en intentar ser todos un poco más felices mirándonos hacia dentro y disfrutando de lo que tenemos, aunque no sea un Iphone en el bolsillo.
Gracias a Dios se han producido avances en la sociedad, la medicina y las tecnologías que hacen que yo me pueda preocupar de cómo le irá a Marcelino, y no de si mis niños cogerán la tuberculosis o una gripe mortal.
Pero a lo mejor hemos corrido demasiado en los últimos años, no valorando muchas cosas o directamente ignorando a los que se quedaban atrás.
Que sirva esta gran crisis para valorar lo conseguido, disfrutar con lo que tenemos, y ser felices. Y no para pensar exclusivamente en cómo levantarnos para seguir la carrera sin control que llevábamos. Ese es mi deseo.
Jose: he echado un vistazo a lo que he encontrado por ahí relativo al libro del que hablas y su autor.
Creo que a este hombre lo van a desterrar de los EEUU. Usa mucho la palabra "colectividad" y le quiere dar protagonismo a los trabajadores.
Me huele que todos los ejecutivos se comprarán sus best-seller por esnobismo, pero luego los usarán para calzar la mesa coja del despacho.