La fábula del conejo de Granátula de Calatrava

Queridos amigos,

Desde que hace un mes volcara mi inesperado interés por la taxidermia en Una de animales, no paro de sorprenderme por la capacidad imaginativa de esos personajes a los que me imagino con los dedos amarillos de tanto cortar carnecita y manejar formol que son los taxidermistas...

Profesionales a los que sitúo en entornos cerrados, opresivos y asfixiantes como el asesino del Silencio de los Corderos, que al final resultaba que se estaba haciendo un abriguito con la piel de sus víctimas...caso paradigmático de la taxidermia, que es el despellejar no para dejar inerte al bicho en cuestión rellenándolo con porexpan o con papeles de periódico, sino para hacer que la piel del ser despellejado cobre vida en una nueva identidad, en un nuevo ser que es el yo transformado...

El asesino del Silencio de los Corderos no estaba descubriendo ninguna novedad. Los cazadores romanos lo practicaban como rito atávico, y lo llamaron sarcasmus. Que consistía en quitarle la piel al animal cazado, y como señal de victoria última, ponérsela encima y ejecutar toda clase de movimientos grotescos para certificar la victoria final sobre el enemigo; el cazador confirmaba así que se había hecho dueño último del destino de su presa reviviéndolo aunque fuese figuradamente...

Estando durante el día de ayer en La Mancha profunda, en Granátula de Calatrava, comiendo unas berenjenas picantes con una cerveza en un bar, miro hacia arriba y me veo esto...

Sí señores. Una liebre taxidermizada como un cazador. Y claro, se me volvió a la cabeza la historia del sarcasmo, combinada esta vez con un extraño remake de la del cazador cazado. Y pensé asombrado en la falta de límites que tiene la imaginación del taxidermista, una vez que la presa está inerte, sobre la mesa de operaciones, para crear todo tipo de situaciones aberrantes, en lo divertido que tiene que ser el proceso, en el grotesco sentido del humor puesto en juego...

Porque además estoy convencido de que debe ser una labor absorbente: en primer lugar, imaginar la situación: ¿pondré a la liebre tomando el café? ¿no quedará mejor colocarla haciendo el pino? no, no...mejor ponerla de cacería... y luego, darle la postura al cuerpo del bicho y rigidizar, antes de buscar las botitas, ponerle los cordones, la chaquetita, los cartuchitos...imaginé la situación y no pude dejar de sentir algo extraño ante tanta imaginación calenturienta como la que se había volcado en el conejo de Granátula...en el que de manera sorprendente, la taxidermia y el sarcasmo se daban la mano...

Pienso en la taxidermia y en el sarcasmo, y no puedo dejar de relacionarlo con la situación actual, con las lecturas de la indignación que recomienda el Abuelo, con la capacidad que los taxidermistas de esta sociedad en que vivimos han tenido de desventrarnos y hacernos asumir situaciones grotescas como las que estamos pasando, con la mitad de la población joven en el paro (la generación perdida, que empiezan a llamarla de manera insultante), con la evidencia de que alguien nos coloca en posturas inasumibles como el conejo de Granátula, y encima nos pone el gorrito, el fusil y el zurrón, pensando que como el pobre animal en la repisa del bar, la sociedad se sostendrá de pie por mucho tiempo, de esta manera antinatural...

Abuelo, estoy contigo. Creo que ha llegado el momento de indignarnos...hoy a las 1800h, en la plaza de España, comienza una manifestación por la democracia real que acabará en la Plaza Nueva a las 2100h. Algo tiene que cambiar, y ya me sé lo que me van a decir tanto ZerebroPez como Rallandovoy. Aunque no sepamos muy bien hacia dónde se dirigirá el cambio, yo al menos quiero ver a la gente en la calle, y hacerme una idea de si por esa vía puedo participar, aunque sea sólo con mi presencia...asumo que tal vez pueda equivocarme yendo, pero, ¿y si acierto?

Hoy estoy dispuesto a asumir el riesgo, e iré con mi hermano Yago, que me ha convencido. Al menos no pasaré otra tarde más como el conejo de Granátula de Calatrava...

Nos vemos allí, amigos.

Abrazos

Plax